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Un cura que quiso "meter dinamita en la conciencia de los policías"

El párroco francés Pierre Dubois llegó en 1982 a la barriada obrera de La Victoria y dijo que iba para "aprender de los pobladores". Y lo consiguió. En un lugar donde, por tradición, la mayoría de los 50.000 habitantes son izquierdistas y hay muchos ateos, terminó siendo un sacerdote admirado por su valentía, respetado por su defensa de los derechos humanos y querido por el impulso que dio a la organización popular. Dubois, además, era el principal factor que impedía la exacerbación de la lucha contra la dictadura y que fueran mayores los excesos de la policía y el Ejército."Volverán", gritaron centenares de pobladores de La Victoria en el aeropuerto al despegar, el pasado jueves, el avión en que Dubois y los párrocos franceses Jaime Lancelot y Daniel Caruette fueron expulsados de Chile.

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Lágrimas, gritos de odio y una explosiva protesta fueron la reacción popular.

Dubois, un sacerdote de 55 años, procedente de una familia obrera de Dijon, fue a Chile como misionero en 1963. En una parroquia de Lota -una paupérrima ciudad de mineros del carbón, 500 kilómetros al sur de la capital, donde ofició durante diez años- "me hice chileno de corazón", dijo.

Según Dubois, si Cristo estuviera en el Chile actual, "estaría con los pobres, denunciando la represión, porque no sólo deshumaniza a las víctimas, sino, sobre todo, a sus instrumentos".

Al llegar a La Victoria, estimuló a los pobladores. Recorría casa por casa, pidiéndoles que se organizaran para defender sus derechos. En el momento de ser expulsado, en la barriada funcionaba una olla común (comedor popular), jardines infantiles, distribución de una taza de leche a cada niño, comprando juntos (una cooperativa para adquirir comestibles a más bajo precio) y talleres culturales.

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Durante una protesta, al ver que la policía disparaba a los manifestantes, Dubois se tendió en el suelo, delante de las ruedas de un autobús de carabineros, para impedir que entraran. En otra ocasión impidió que los pobladores líncharan a un alcalde. Durante los tiroteos del Ejército contra la población se colocaba entre los manifestantes y la tropa pidiendo calma. En dos ocasiones fue arrestado y golpeado al intentar detener la represión. "La población tiene derecho a protestar", insistía.

¿Qué quería lograr? Dubois dijo que aspiraba "a meter dinamita dentro de las conciencias de los policías, llamándolos a tener conductas más humanas". Atríbuía el ánimo de protesta a la situación económica: en La Victoria, el 60% de los pobladores están cesantes.

El lunes pasado, cuando La Victoria fue allanada por el Ejército, se opuso a que los soldados penetrasen en la casa parroquial y exigió que le mostraran una orden judicial.

Los militares sacaron a los tres párrocos en vilo y los arrojaron en una camioneta mientras Dubois gritaba para que los liberaran.

Apenas aterrizó en Río de Janeiro, Dubois pidió a los pobladores de La Victoria que no siguieran el camino de la lucha armada.

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