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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Walters llama de nuevo

A PESAR de que Vernon Walters ha cumplido ya la escala española de su recorrido europeo, permanecen oscuridades sobre los planes que abriga el Gobierno norte americano con respecto a Libia, y sobre la razón verdadera que ha determinado este viaje del embajador norteamericano en la ONU, persona de confianza del presidente Reagan. La gira se anunció antes de la conclusión de unas maniobras navales próximas a las costas libias.La Prensa de EE UU informó que estaban en marcha preparativos para nuevas operaciones militares contra Líbia, a causa de inminentes atentados terroristas que el coronel Gaddafi habría decidido. El general Bernard Rogers, comandante en jefe de la OTAN, dijo en Washington que estaba convencido de que Gaddafi había dado instrucciones "para una reanudación del terrorismo" y agregó: "Creo que deberemos golpear de nuevo". Esto ocurrió el 29 de agosto, y dos días después Walters iniciaba su segunda gira por Europa.

En esas condiciones, la persona escogida para visitar a los Gobiernos europeos cobraba una significación especial. Walters era quien había recorrido en abril pasado las capitales europeas para buscar apoyos para los bombardeos de Trípoli y Bengasi. Y quien disimuló los verdaderos planes de Washington en algunas de sus conversaciones. Por tanto, la gira actual provoca la sensación de que EE UU está preparando algo gordo con respecto a Libia.

Cuesta, sin embargo, creer que el Gobierno de Washington se disponga a realizar nuevos bombardeos. Las consecuencias serían gravísimas en diversos sentidos, y en particular en el de las relaciones entre EE UU y Europa. Por otro lado, la Casa Blanca no ignora que una segunda gira de Walters suscita en las actuales circunstancias muchos interrogantes, sobre todo cuando era bien sencillo enviar a otra personalidad o utilizar las vías diplomáticas normales. Las cuestiones tratadas en la entrevista entre Walters y Fernández Ordóñez, según lo que ambos han dicho, no revisten una urgencia o trascendencia extraordinarias. El viaje se explica quizá como una contribución a la política de EE UU de mantener a Libia en la incertidumbre, sometida a una amenaza militar. Con esta presión se busca un desgaste psicológico, aparte de que sirve para preparar eventuales operaciones militares en el futuro. Algunos periódicos norteamericanos han dicho que es una ayuda para grupos que preparan un golpe interno contra Gaddafi. Ya. en abril, EE UU especuló con golpes nunca confirmados.

El Gobierno español ha colocado la presencia de Walters en Madrid en un nivel prudente. La entrevista se ha celebrado con el ministro de Exteriores, descartándose el encuentro con el jefe del Gobierno, que la vez anterior se produjo en secreto. Fue, además, un acierto que España reiterase, ante la llegada de Walters, el principio fundamental de que las medidas contra el terrorismo se deben tomar en el marco del derecho internacional y de la Carta de la ONU, lo que EE UU no hizo con los bombardeos de abril. España ha dejado claro que una "acción concertada" solamente puede ser decidida por un organismo internacional, como las Naciones Unidas o la Comunidad Europea. Cabe esperar ahora que los ministros europeos logren establecer una posición conjunta ante los problemas suscitados por Walters. En general, sus respectivos Gobiernos han tomado ya medidas enérgicas para limitar las delegaciones fobias, cuya relación con actos terroristas quedó demostrada en una serie de casos. El problema de las sanciones económicas plantea, no obstante, matices diferentes, toda vez que la Administración norteamericana las pide contra Libia mientras las rechaza en el caso de Suráfrica. Europa necesita afirmarse en una posición autónoma, que la distancie de los aspectos espurios e inaceptables de la política de EE UU en este asunto.

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