Suscetible de empeorar

La ley de MurphyCharles Bronson es de nuevo el honesto policía solitario, duro y misógino al que la vida no ha tratado bien, sin que él se lamente en este filme dirigido por J. Lee Thompson. Pero todo lo que va mal es susceptible de empeorar, y una de las antiguas víctimas de su celo justiciero, sale de la cárcel dispuesta a cobrarse en sangre el tiempo pasado entre rejas.A partir de allí, la historia va avanzando, salpicada de cadáveres, hasta llegar al enfrentamiento que se produce al final, que se desarrolla en un edificio idéntico al elegido como guarida por los replicantes de Blade runner, sólo que aquí no aparece en estado ruinoso porque Murphy es un polizonte con principios, distinto, pues, del que era en aquella ocasión Harrison Ford..

" ¿A eso le llamas bailar?"

Lo mejor de La ley de Murphy es el comentario que dedica el protagonista a su ex esposa cuando descubre que ésta actúa en un cabaré bailando en el escenario ligera de ropa: "¿A eso le llamas bailar?. Nuestro encallecido agente, borrachín y amargado, no confunde el strip-tease con Giselle y aún distingue entre contonearse con los senos al aire y dar brincos con el cuerpo cubierto por vaporosas gasas blancas. Que esas preferencias estéticas lo sean también morales y viceversa es algo digno de agradecer en una época caótica como la que vivimos.

El otro atractivo de La ley de Murphy es un truco de guión que ya explotó Walter Hill en su película 24 horas, cuando esposó un servidor de la ley a un delincuente y los lanzó así, unidos metálicamente, a correr múltiples aventuras. En este filme, el delincuente es una chica deslenguada con la que el protagonista, Charles Bronson, puede mantener una equívoca relación, entre paternal y seductora.