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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El camino de la 'cumbre'

LAS NOTICIAS de estos días anuncian un horizonte algo más despejado en el camino, lleno de dificultades y complicaciones, que debería llevar a la segunda cumbre- Reagan-Gorbachov, esta vez en Washington. Desde hace más de un año vivimos en un período caracterizado por la intensidad de los intercambios, en Ginebra, en Estocolmo, en visitas y en mensajes entre los principales dirigentes, sobre los problemas de la reducción y control de los armamentos; incluso por la elasticidad inusitada de una serie de propuestas para explorar terrenos de entendimiento en esa cuestión que tanto interesa a la opinión pública. La iniciativa en este desbloqueo corresponde a Mijail Gorbachov que, desde su llegada a la dirección de la URSS, ha llevado a cabo una seria revisión de anteriores posiciones soviéticas, asaltando a Occidente con una lluvia de proposiciones sobre misiles nucleares, armas clásicas, armas químicas y sobre las explosiones nucleares experimentales. EE UU tuvo que rectificar su primera reacción calificando de propaganda las iniciativas de Moscú. En los experimentos nucleares, la URS S ha aplicado incluso tina moratoria unilateral, que sigue vigente hasta el 6 de agosto. Éste y otros hechos han ido convenciendo a los occidentales de que, al margen de aspectos propagandísticos indudables, existía en la base de la nueva diplomacia soviética un deseo, incluso una necesidad, de lograr acuerdos con EE UU para reducir una carrera armamentista cada vez más insostenible.Desde hace meses, en Washington las propuestas soviéticas se toman en serio. A esta evolución ha contribuido en gran medida la diplomacia europea, por encima de las diferencias que puedan existir entre las actitudes de Bonn, Londres o París. Los viajes de Mitterrand y Genscher a la URSS y a EE UU, la valoración europea de las nuevas posibilidades que entraña la política de Gorbachov han significado una presión sobre la Casa Blanca, que ha contrarrestado la actitud del Pentágono, contraria a cualquier acuerdo con la URSS. De una ruptura total, que se pudo producir después del anuncio de Reagan de que no cumpliría el tratado SALT II, se ha pasado a una negociación URSS-EE UU sobre la aplicación y las violaciones de ese acuerdo, negociación que acaba de empezar en Ginebra. EE UU sigue rechazando la moratoria de las pruebas nucleares, pero el tema no ha quedado bloqueado; se ha iniciado otra negociación especial sobre aspectos técnicos para el control de dichas pruebas. En un ámbito distinto, que abarca al conjunto de los países europeos, en la conferencia de Estocolmo sobre medidas generadoras de confianza, el clima ha mejorado, y los soviéticos han confirmado su aceptación, en principio, de inspecciones in situ, cuestión decisiva para el porvenir del control de armamentos.

A pesar de estos signos positivos -que todavía no se han materializado en ningún acuerdo concreto, y cuyo alcance, por ello, no se debe exagerar- el gran obstáculo sigue siendo el problema de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), la famosa guerra de las galaxias. Hasta ahora la discrepancia sobre este punto parecía insalvable, y ello cerraba incluso la posibilidad de la segunda cumbre Reagan-Gorbachov. Los halcones de Moscú insisten en el retorno a una política inmovilista y armamentista, argumentando que los esfuerzos de Gorbachov no dan ningún resultado concreto. Por eso el líder soviético no se puede permitir una nueva cumbre de puras sonrisas, como en Ginebra, sin algún paso que indique al menos una voluntad de acuerdo. Pero noticias recientes (ver EL PMS de ayer) indican que un cambio importante se puede producir en este punto de la guerra de las galaxias: la respuesta de Reagan a la carta de Gorbachov puede desbloquear el tema, ya que, por primera vez, EE UU aceptaría negociar sobre ese punto. Su propuesta sería una prolongación del tratado ABM de cinco a siete años, con posibilidad de investigación y experimentación en la defensa espacial, pero no de su puesta en marcha. En su carta, Gorbachov pedía de 10 a 15 años, y con posibilidad exclusivamente de investigación. Subsisten entre estas dos posiciones diferencias enormes; pero existe la posibilidad, al menos teórica, de un acercamiento. No se puede olvidar que el tema es sobre todo político, ya que en el terreno militar, incluso en EE UU existen crecientes dudas sobre la viabilidad de un sistema espacial defensivo. Sobre otros puntos en los que EE UU ha insistido de manera especial, como la disminución de las misiles estratégicos colocados en tierra, la URSS puede hacer por su parte esfuerzos serios para acercarse a las demandas americanas.

El clima entre Moscú y Washington parece haber salido de ese momento de máxima oscuridad, marcado por la declaración de Reagan anunciando que para EE UU el tratado SALT II estaba muerto y enterrado. No obstante, serán precisas negociaciones complejas para lograr una mayor aproximación que despe el camino de la cumbre.

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