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Crítica:FESTIVAL DE BAYREUTH
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Barenboim inaugura el gran ciclo wagneriano con 'Tristán e Isolda' en un año de transición

Se representarán siete óperas en 30 funciones, sin ningún estreno

El festival wagneriano de Bayreuth se inaugura hoy, en un año de transición, con una representación de Tristán e Isolda, por Daniel Barenhoim y Jean-Pierre Ponelle. En Bayreuth, a unos 250 kilómetros al norte de Múnich, capital de Baviera, colocó Ricardo Wagner en 1872 la primera piedra de un teatro destinado exclusivamente a representar sus operas. Cuatro años más tarde vería realizado su sueño al estrenarse El anillo del nibelungo, en presencia del emperador Guillermo I.

Fue en 1930 cuando Bayreuth se convirtió en la meca de los aficionados wagnerianos. Mas ese mismo año moriría Siegfried Wagner, por lo que se hizo cargo de la dirección su esposa, Winifred, en un período que traería la politización de la música de Wagner, al ser utilizada como propaganda nacional socialista. Fue necesario un proceso de desnazificación y el cierre de¡ teatro en 1945 a 1950, hasta que los hijos de Winifred, Wieland y Wolfgang, lo reabrieron con Parsifal.A estas alturas siempre hay en Bayreuth algo de interés en cada producción, ya sea desde la tradición o desde la innovación, que atrae a un público internacional de indudable elitismo cultural y causa la envidia de los miembros de la sociedad antiwagneriana de Bayreuth.

El acontecimiento se inicia hoy con Tristán e Isolda (también los días 4, 13, 17 y 28 de agosto) en la, producción, alabada y a la vez discutida en su día, de Jean-Pierre Ponelle y Daniel Barenboim, que se repone tras un período de descanso.

Puede ya deducirse que nos encontramos en un año de tránsito sin ningún estreno real, en el que se intenta no detraer fondos para reservarlos tanto a un nuevo Lohengrin, de Herzog, como a la nueva tetralogía, que dirigirá el mismo Barenboim.

Tannhauser, que inauguró el pasado festival, vuelve a éste. Wolfgang lograba con él escenificar todas las obras de su abuelo, aunque la crítica le fuese bastante reticente, lo que en cambio no sucedió con la dirección de Giuseppe Sinopoli. El compositor-director consiguió un aclamado debú en un género en el que no era un experimentado gracias a impulso y nervio. En el reparto de sus siete representaciones (26 de julio, 3, 6, 14, 18, 24 y 27 de agosto) figuran Cheryl Studer, Gabriele Schnaut, Wolfgang Brendel, Hans Sotin, Robert Schunk, Siegfried Vogel y Richard Versalle en el dificilísimo papel del protagonista, para el que puede decirse que no existen tenores hoy día.

Los Maestros cantores (2, 5, 15 19 y 26 de agosto) es la tercera obra ajena al Anillo y la segunda escenografía, de Wolfgang en el festival. Ni la dirección de Horst Stein ni intérpretes como Weikl, Brey, Jerusalem y Häggander han conseguido que esta producción alcance las cotas de otras anteriores, quedando en un dis creto nivel de seriedad y eficacia pero sin genialidad.

Por cuarta vez se escenifica la Tetralogía de Peter Hall, con de corados y vestuario de William Dudley y dirección de Peter Schneider. Honestidad, fidelidad, romanticismo y algo de reaccionario definen el Anillo, que pasará a los anales como el de más breve duración en su reposición desde que se inició la época Wieland-Wolfgang. Sus intérpretes, con la formidable Bahrens y el lírico Votan Nimsgern, serán básicamente los mismos de años anteriores, salvo la novedad de la sustitución, reiteradamente solícitada, de Jung como el Sigfrido de la tercera jornada. Tony Krämer se enfrentará al más duro cometido para tenor que Wagner. introdujo en su extensa obra

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