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MEDIO SIGLO DE LA MUERTE DE 'LA ARGENTINA'

Luis Galve: "Antonia Mercé decía que toda la buena música era siempre bailable"

El pianista universalizó el repertorio de sus danzas

Luis Galve es un gran pianista zaragozano, nacido en 1908, al que se conoció durante un tiempo como acompañante artístico de Antonia Mercé, siendo en realidad un valioso colaborador de la bailarina en los últimos años de su carrera y responsable de su elevado repertorio musical. Galve, profundo conocedor e intérprete de Scarlatti -ha sido el primer y único español en grabar un disco completo con sus sonatas-, define muchos puntos oscuros de su trayectoria y revela la verdadera dimensión de su trabajo junto a La Argentina. Fue el comienzo de una dilatada carrera pianística que aún prosigue.

Luis Galve tuvo unos inicios al piano de verdadero niño prodigio: a los cinco años dio su primer concierto y el 26 de junio de 1917 tocó para los Reyes de España: "De aquel día tengo un recuerdo muy claro. Toqué para Alfonso XIIII y Victoria Eugenia. Después el Rey me regaló unos gemelos y, al ver mi cara de niño desolado Por aquel regalo, me dijo: '¿No te gustan?. Te regalamos esto piara que los uses cuando seas mayor en tus conciertos'.Su trayectoria le llevó muy pronto al plano internacional: "Arthur Rubinstein me oyó tocar y le dijo a mi padre que me tenía que mandar a París. A los 16 años di mi primer concierto con orquesta en San Sebastián, me fui a París, y comencé a estudiar con Isidor Philip, quien me presentó en la sala Erard. Ése fue realmente mi inicio profesional".

Poco después, en otro concierto, Antonia Mercé le oyó tocar. "Vino a oírme y al otro día su empresario fue a buscarme. Ella no quería un pianista acompañante, sino un pianista de primera calidad. De hecho, nuestro espectáculo se componía de números que ella bailaba y piezas que yo tocaba solo". Galve, en estos conciertos, dio a conocer la obra de los autores españoles del momento (Pittaluga, Falla, Esplá Mompou, Turina).

Trabajo en común

"El público se encontraba con un espectáculo mixto que causaba cierta sorpresa, pero era bien recibido. Se dividía en dos partes; ella bailaba dos números y yo tocaba otras dos piezas; luego ella volvía a bailar y yo hacía más obras, para terminar con el baile. Se colocaba el piano en el centro de la escena para que yo tocara y cuando salía Antonia, a un lado. Nunca actuábamos con decorados, sino en una cámara de cortinas neutras, y siempre tocaba de memoria".Los dos artistas hicieron muchos viajes: "Estuvimos en Norteamérica tres veces, en Cuba, Egipto, en toda Europa y Suramérica. Ella no era sólo una bailarina, era un gran músico. Yo le di a conocer mucha música española y amplió su repertorio con esas sugerencias. Oía algo que yo tocaba y se paseaba por la habitación andando, sin bailar, concentrada, oyendo solamente. Luego, de una vez, sacaba el baile, y cuando algo se le olvidaba al repetir era que estaba mal. Los pasos que estaban bien quedaban desde el principio fijados en la coireografía. A nosotros nos permitió trabajar juntos la exigencia que cada cual tenía con su materia. Siempre he creído que en el trabajo pianístico tiene que haber una entrega total. Antonia era exigente incluso con el vestuario." Gustavo Bacarisas le diseñó muchos figurines, pero siempre bajo sus indicaciones. Jamás consentía en usar para bailar unas enaguas que no estuvieran inmaculadamente blancas, y decía: 'Los otros no las ven; yo, sí".

Galve tiene criterios muy claros sobre la relación entre música y danza: "Es un error disociar la música del ballet. En el fondo pueden ser la misma cosa. Antonia decía que toda la buena música es bailable. Ella adaptaba el baile a la música. La unión de esas dos artes es el triunfo de la verdad, pues llega donde sea, sin explicaciones, por sí misma".

En los últimos conciertos Luis Galve notó cómo la salud de Antonia Mercé se deterioraba. "La última vez que bailó en la Comedia Francesa sufrió un desmayo entre las cajas. Yo tocaba La danza del miedo, de Falla, y ella bailaba. Al terminar, entró a los bastidores y cayó en los brazos del empresario. Después se repuso, y pudo terminar el recital. Enteinces fuimos a Bayona y allí estuve de vacaciones con ella hasta el día 17 de julio, en que salí en el expreso nocturno para España. El 18 de julio llegué a un Madrid convulsionado. Esa noche la Embajada de Francia llamó a mi casa para notificarme su muerte. Durante los meses siguientes estuve encerrado. Aproveché ese tiempo para estudiar los 24 preludios de Debussy. Después de dos años en el frente republicano hasta el final de la guerra y de algún tiempo de desconcierto general, recomencé mi carrera de concertista, que ya pensaba, al volver de Francia, seguir solo".

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