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Reagan, envía 160 militares y 6 helicópteros a la jungla de Bolivia para combatir el tráfico de droga

Francisco G. Basterra

El presidente Ronald Reagan, por primera vez en la historia de EE UU, ha ordenado una intervención del Ejército norteamericano en una misión policial fuera de las fronteras del país: el combate contra la droga en la jungla de Bolivia. La justificación legal de esta acción -un precedente que puede extender la acción del Pentágono en otros países productores de droga para el mayor mercado consumidor del mundo, el norteamericano- es una orden secreta del presidente, dada en abril, en la que califica el tráfico de droga de "amenaza a la seguridad nacional", que "podría requerir una intervención del Ejército".

El speaker (presidente) de la Cámara de Represen antes, el demócrata Thomas Tip O'Neill, que constantemente afirma que EE UU se está deslizando en Centroamérica hacia una guerra como la de Vietnam, aplaudió ayer la intervención militar limitada en Bolivia -el envío de 160 soldados y seis helicópteros- para la que el Congreso no ha considerado necesario que Reagan invoque la ley de Poderes de Guerra. Washington asegura que ha sido solicitada por el presidente boliviano, Victor Paz Estenssoro.[Éste, hasta ayer, no lo había confirmado. Fuentes gubernamentales de Bolivia citadas por la agencia Reuter indicaron anoche que más de 1500 policías bolivianos especializados en narcotráfico preparaban una gran ofensiva contra los traficantes de cocaína, y confirmaron la llegada de los seis helicópteros enviados por Washington. Pero tanto el ministro del Interior, Fernando Barthelemy, corno un portavoz de la Embajada de EE UU en La Paz, se negaron a comentar la noticia del envío de tropas norteamericanas a Bolivia. Según la Constitución de ese país suramericano, el Congreso debe aprobar la entrada de tropas extranjeras. El presidente de la Cámara de Diputados boliviana, Gastón Encinas, declaró que el presidente Víctor Paz Estenssoro se enfrentaría con "serias dificultades constitucionales" si las tropas ya estuvieran en suelo boliviano, informa Reuter].

Los norteamericanos se despertaron ayer sorprendidos por el envío de soldados al exterior, pero esta vez no se trataba de la invasión de una pequeña isla caribeña, como Granada en 1981, o de la temida intervención en Nicaragua, sino de un contingente limitado de 160 millitares, seis helicópteros Black Hawk, armados con ametralladoras, jeeps, camiones y equipo de comunicaciones, que apoyarán a la policía de Bolivia en la destrucción de laboratorios clandestinos de hoja de coca en la región boliviana de Santa Cruz. Todo este equipo llegó el lunes al aeropuerto de esa ciudad a bordo de un avión gigante de carga C-5 Galaxy y de un Hércules C-130. La Casa Blanca insistió en que los efectivos estadounidenses, fundamentalmente pilotos y servicios de apoyo a los helicópteros, se limitarán a trasladar a las fuerzas de seguridad bolivianas y "no combatirán directamente" en las operaciones. No obstante, el contingente tiene orden de defenderse si es atacado.

La operación a la que, según informaciones periodísticas, se opuso en un principio el jefe del Pentágono, Caspar Weinberger, reacio a involucrar tropas en una operación policial, puede durar unos dos meses y tiene marcados 35 objetivos, desde los que los narcotraficantes procesan entre un 25% y un 50% de la cocaína que se consume en EE UU y en Europa. Hasta ahora, el Ejército norteamericano sólo había sido utilizado de indirectamente en la lucha antidroga -pero nunca había sido enviado un contingente militar- en las Bahamas y en Colombia, donde soldados estadounidenses manejaron equipos sofisticados de comunicaciones en operaciones antidroga.

Pocas críticas

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Algunas voces críticas se levantaron ayer contra la decisión, denunciándola como un peligroso precedente constitucional de uso del Ejército para labores policiales de aplicación de la ley, pero nadie se atrevió a calificar la acción de ilegal. La principal crítica se refiere a la interpretación cada vez más amplia que realiza Reagan del concepto de seguridad nacional para justificar operaciones unilaterales en el exterior.

Pero, en general, la decisión, en la que ha sido clave el vicepresidente, George Bush, que dirige una comisión especial contra la, droga, es elogiada por la opinión. pública. EE UU vive obsesionado por el problema del tráfico de estupefacientes y un reciente informe habla de un "espectacular aumento" del número de muertes debido al uso de cocaína.

Un congresista elogió ayer al presidente y sugirió que la acción de Bolivia sea seguida por operaciones similares contra los campos de droga de Tailandia o México. Reagan está convencido de que el peligro del tráfico de droga para la seguridad nacional deriva de "su capacidad para desestabilizar a los aliados democráticos a través de la corrupción de las instituciones políticas y judiciales". Reagan teme que esta corrupción alcance incluso a las instituciones norteamericanas.

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