Reagan y Hassan II se verán el día 22 por primera vez desde la firma del tratado libio-marroquí
El presidente norteamericano, Ronald Reagan, y el rey de Marruecos, Hassan II, se entrevistarán el día 22 en Washington en el curso de una visita oficial que el monarca realizará a EE UU. Esta será la cuarta vez que Reagan y el monarca alauí, tradicional y primer amigo de Washington en el Magreb, se vean a solas en la Casa Blanca. Su importancia radica en que será la primera tras la firma del Tratado de Uxda (agosto de 1984), mediante el cual Marruecos y Libia sellaron una alianza de Estado que incluye, al menos en teoría, la asistencia mutua en el terreno militar en caso de una agresión exterior contra uno de los dos países.
Mucho vienen trabajando los marroquíes desde meses atrás en la visita de su rey a Washington, y mucho también se juegan. El Tratado de Uxda, que supuso un descanso en la guerra del Sáhara pero que sin embargo pesa como un péndulo sobre las relaciones bilaterales, será, a juicio de diferentes observadores consultados, el eje central de las conversaciones. Washington no quiere a Marruecos al lado de Libia, ni siquiera en teoría, y Marruecos, de momento, no puede desprenderse de su aliado, porque sería retroceder y enfrentarse a una situación que ya ha conocido y no desea armas, asistencia y apoyo económico al Frente Polisario por parte de Libia.La visita se presenta, pues, difícil y cargada de incógnitas. Marruecos, arruinado por una guerra que acaba de cumplir 10 años y con unos gastos en materia de defensa que se comen gran parte del presupuesto del Estado, no tiene dinero, sobrevive con recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y camina a rastras del Banco Mundial. Y eso que dentro del país existe una aparente calma social y cierto optimismo en sectores medios, motivado quizá por un año de suerte (o de baraka, como se dice aquí) en el capítulo agrícola, que le ha proporcionado la mejor cosecha del siglo.
Hassan II viaja a Washington sin dinero, al menos de su país. Quizá dé la sorpresa, pero nadie cree aquí que las monarquías y emiratos del Golfo, generalmente valedores económicos de este país magrebí, faciliten a Marruecos los dólares exigidos en mano por Washington para una de sus mayores pretensiones actuales: la adquisición de un nuevo cazabombardero, el F-16 o el F-20, con el que equiparar su fuerza aérea (compuesta especialmente por F-5 y Mirage F-1) a las de sus vecinos de España y Argelia.
Necesidades económicas
Pese a las necesidades económicas y militares -además de aviones, Marruecos quiere carros de combate y vehículos de transporte para el Sáhara-, la visita está marcada por un matiz esencialmente político, en el que además de los temas bilaterales estará también presente la cuestión de Oriente Próximo. Los diplomáticos occidentales en Rabat se preguntan, sin embargo, con qué tipo de recibimiento se va a encontrar en Washington un rey árabe moderado como Hassan II, que permite que en su territorio vivan judíos y musulmanes pero que además es el único aliado de Libia en la región magrebí.La posición de Reagan sobre Marruecos quedó patente a finales de diciembre último, meses antes del bombardeo contra Trípoli y Bengasi. Hassan II le había trasladado en un mensaje al presidente norteamericano las resoluciones de la cumbre árabe de Casablanca (agosto de 1985), en la que se condenaba el terrorismo en todas sus formas. Y Reagan le sorprendió con un mensaje en el que le decía que le parecían muy bien esas recomendaciones, pero que el mejor destinatario no era el presidente de EE UU, sino su amigo y aliado el coronel Gaddafi.
Tras este mensaje, al que sorprendentemente se le dio publicidad en Rabat, en Marruecos hay muchas cosas que han cambiado en las relaciones con EE UU, muy tensas tras la firma del Tratado de Uxda. Y todo ha ocurrido en la etapa del nuevo embajador de Washington en Rabat, Thomas Nassif, un abogado de origen libanés, procedente del Departamento de Estado y que a finales de verano cumplirá su primer año en Marruecos. Este cambio ya se vio en marzo, cuando se supo quiénes eran los componentes de la delegación norteamericana que asistía a los actos conmemorativos del 259 aniversario de la entronización de Hassan II. En Marraquech no había ningún enviado especial libio, pero si vahos altos cargos norteamericanos, entre ellos William Casey, director de la CIA (fue condecorado por el rey); Vernon Walters, ex director de la CIA y actual embajador de EE UU en las Naciones Unidas; y Charles Z. Wick, director de la Agencia de Información.
Y también se vio después, cuando los F-111 de la fuerza aérea norteamericana bombardearon Trípoli y Bengasi. El rey de Marruecos fue moderado y prudente al hacer mención de la operación aérea contra Libia, la aviación marroquí no se puso en estado de alerta y el artículo 12 del Tratado de Uxda quedó en papel mojado. Marruecos, al igual que España, detectó el paso de los aviones norteamericanos a la ida y a la vuelta por el estrecho de Gibraltar.
Todos estos detalles, como uno que ha pasado inadvertido -la invitación al reciente congreso nacional sobre colectividades locales de Mekines de James Dixon, alcalde de Dixon, el pueblo natal de Ronald Reagan (el alcalde es del Partido Demócrata)-, forman parte del minucioso y a veces esmerado trabajo marroquí por alcanzar la normalidad en sus relaciones con Estados Unidos. Para ello han tenido que recurrir a grandes empresas de relaciones públicas e imagen. Si hasta hace unos meses era la empresa Brown la encargada de mejorar la imagen de Marruecos en Estados Unidos (curiosamente, en 1987 se cumplirán los 200 años de relaciones diplomáticas entre Marruecos y Estados Unidos), ahora el ministro del Interior y de Información, el excomisario de policía Driss Basri, ha contratado a la empresa Gray, que se encargará de preparar esta visita y especialmente la repercusión que pueda tener en la Prensa.
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