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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La amistad con Marruecos

LA VISITA a España del príncipe Sidi Mohamed, heredero del trono de Marruecos, invitado por la familia real española con motivo de la onomástica de don Juan Carlos, se inscribe en el marco de los esfuerzos por lograr que en las relaciones entre ambos países primen más los elementos de amistad y cooperación que los de confrontación y recelo. Sería cerrar los ojos a la realidad ignorar que existen factores objetivos que favorecen lo segundo; pero razón de más para multiplicar las iniciativas de entendimiento.Las relaciones entre los reinos de Marruecos y España, siempre amenazadas por conflictos territoriales latentes, alcanzaron su punto de máxima tirantez en el período 1979-1981. Las sucesivas rupturas por parte marroquí de los acuerdos pesqueros suscritos desde una década antes, los conflictos ocasionados por el tránsito de agrios de dicho país por territorio español, la posición de España en relación al problema del Sáhara, configuraron un desalentador panorama. La desconfianza con que el triunfo socialista de 1982 fue acogido al otro lado del Estrecho, dadas las posiciones proargelinas del PSOE en la oposición, no impidieron, sin embargo, una paulatina normalización de esas relaciones con las visitas sucesivas del entonces ministro de Exteriores, Fernando Morán, apenas tomar posesión de su cargo, y de Felipe González, en la primavera de 1983.

Las buenas relaciones personales entre los monarcas de ambos países tuvieron ocasión de ponerse de manifiesto el pasado mes de marzo, con motivo de la asistencia de don Juan Carlos a los actos conmemorativos del 252 aniversario de la entronización de Hassan II. Fue entonces cuando se fijó la fecha del 24 de junio, onomástica del rey de España, para la visita a nuestro país del heredero del trono alauí. La elección deliberada de esa fecha tenía el sentido de dar a la visita una dimensión nacional, aprovechando la tradicional recepción ofrecida ese día a las personalidades más relevantes de la vida política y social española.

A su vez, la visita del heredero, al que acompañan el ministro marroquí de Cultura y varios miembros del Gabinete real de Hassan II, está probablemente destinada a preparar las condiciones para un posterior viaje a España del propio rey de Marruecos, que reiteradamente ha retrasado dicha posibilidad. En un mensaje transmitido el martes, Hassan II reiteró a don Juan Carlos sus deseos de mantener "los lazos de secular amistad y perfecto entendimiento" entre los dos países. El reciente nombramiento de Azedine Guesus, ex ministro de Relaciones con la Comunidad Económica Europea, como embajador en Madrid se considera una muestra del interés actual de las autoridades marroquíes por asentar sobre bases sólidas sus relaciones con España, cuya nueva posición como miembro de pleno derecho de la CE es especialmente valorada al sur del Estrecho dada la competencia comercial por el mercado europeo de determinados productos entre ambos países.

El interés de España por evitar un deterioro que, en determinadas situaciones de la política internacional, difícilmente previsibles, podría derivar en un conflicto de graves consecuencias ha llevado al Gobierno español a realizar importantes concesiones en las relaciones bilaterales, tanto en el terreno económico como en el político y diplomático, y a multiplicar los gestos amistosos, incluyendo la cooperación en materia militar: la flota marroquí se está construyendo sobre la base y el modelo de buques de fabricación española, y unidades de aviación y marina de ambos países han participado en maniobras conjuntas.

Sin embargo, situaciones como la recientemente alentada en Melilla por los sectores más reaccionarios de la población de dicha ciudad podrían ser aprovechados por sectores ultranacionalistas de la oposición marroquí para envenenar nuevamente las relaciones. El Gobierno de Rabat ha insistido recientemente en su voluntad de resolver el problema de los enclaves españoles "por la vía de la persuasión, el diálogo, la moderación y la paciencia". La posición de España se fundamenta en sólidas razones históricas y jurídicas, y en primer lugar, en la preeminencia del criterio poblacional sobre cualquier consideración meramente territorial o geográfica. Pero no sería realista pretender que Marruecos renuncie a sus reivindicaciones sobre dichos territorios, ni prudente olvidar que en el mundo actual la soberanía de las naciones está fuertemente condicionada por consideraciones de política internacional.

El problema de Ceuta y Melilla, que hay que contemplar junto al de Gibraltar, puede convertirse en el más espinoso con que haya de enfrentarse nuestro país en los próximos años, y de nada sirve gritar o hacerse los distraídos con la esperanza de que tales actitudes hagan desvanecerse la realidad. El afianzamiento de un clima de amistad y cooperación, que no excluya la sinceridad respecto a los planteamientos de fondo, entre los dos países, y la superación de actitudes de discriminación y racismo encubierto respecto a la población musulmana de las dos ciudades, son las principales condiciones para evitar la confrontación.

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