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Martha Graham: "Sólo el cambio es eterno"

La mítica creadora de danza, de gira por España

La norteamericana Martha Graham, más pequeña de lo que la imaginan todos a través de las fotografías, atravesó la sala con una lentitud especial, mirando profunda y fijamente el recinto lleno de periodistas. La figura más importante del mundo de la danza moderna ha estado unas horas en Madrid para presentar una gira que llevará a su compañía a Pamplona, Granada y Barcelona. Asombrosamente lúcida a sus 92 años, trascendiendo cualquier previsión biológica, su memoria es capaz de revivir, siempre con incisivo humor neoyorquino, escenas que ya son historia. "Sólo el cambio es eterno", fue una de sus primeras frases, demostrando estar al día, al hablar de computadoras y avances tecnológicos. Rápida en sus respuestas, habla a veces en metáforas. Su propia existencia es parte de la poesía esencial del baile.

Sus ojos tienen un aura de transparencia gris, es una sacerdotisa que navega en la perfección de su obra; con una estudiada túnica morada de Halston y un sencillo collar de lapislázuli, la mujer que inventó la danza moderna conseguía imantar a toda la audiencia con un verbo lúcido, preciso, casi mordaz: "En California, de pequeña, se decía Madrid y era decir magia. Cuando empecé no sabía dónde iba a llegar, no era hacer un método como tal, sino tratar de sacar al cuerpo lo máximo posible. No sé si hay una separación entre el estilo y el método. La técnica produce el estilo y son inseparables. Para mí el estilo quiere decir significado, y si tú sientes algo muy profundamente, hay un estilo que sale de la persona y se manifiesta. Es un proceso formal y consciente. Yo no enseño a través de las emociones, tengo una emoción, pero parto del movimiento como tal, luego ese movimiento puede que transmita emociones."En su larga carrera ha trabajado con muchas grandes figuras: "Puedo decir que Rudolf Nureyev fue muy importante. También Margot Fonteyn. Yo nunca escogía pareja para bailar si previamente no había un entendimiento, honesto y profundo entre los dos, una comunicación. Nunca tuve un bailarín supremo a mi lado, hubo muchos, y buenos, pero no puedo dar un nombre absoluto".

España ha estado presente en su carrera: "Desde hace mucho quería venir aquí. La compañía ha estado otras veces, y yo de camino, he pasado, pero nunca como ahora. Yo hice Malagueña en los años veinte. Entré en el Village Follies gracias a ese baile. En los años treinta hice Chronicle, que se inspiraba en la guerra civil española; fue en 1936, y en 1937, Deep song (Cante jondo). Los hice siguiendo una convicción muy fuerte que tenía. Yo quería hacerlo con un compositor que estaba en la cárcel de San Quintín, y fui a la prisión para hablarle a través de las rejas y pedirle que me compusiera la música para Cante jondo".

La danza clásica

"En la escuela Denishawn ya recibí clases de ballet clásico, y eran muy duras; teníamos una profesora que era una verdadera tirana". Le comenta a Laura Kumin, de Dance Magazine, que está a su lado, y, vuelve a sonreír: "Mis coreografías cambian. Los pasos son los mismos, pero los intérpretes las hacen diferentes. Yo volví este año a poner Serenata morisca, donde también hay temas españoles, y ha sido un poco doloroso. No me gusta repetir piezas, aunque entiendo que es necesario, y lo hago. Nunca bailé en puntas, y sí con zapatillas propias que me hacen a medida. Hay cosas que sería imposible bailarlas con puntas, pues incluso, de hacerlo, dañaríamos el contenido dramático del baile. Toda mi compañía ha dado clases de ballet. Nuestra profesora era Tanaquill Le Clerc, la que fue esposa de Balanchine, e incluso cuando estaba en una silla de ruedas venía a darnos las clases"."Yo bailo las cosas trágicas muy bien. Yo amaba tanto la danza, me gustaba tanto bailar, que nunca hice nada que no me gustara interpretar personalmente". Y entonces viene a su memoria Nureyev: "Nureyev fue mi amigo primero, antes de trabajar juntos. Después, a veces llegaba tarde a los ensayos y yo me enfadaba mucho. La diferencia entre nuestros estilos no era tanta como parece".Martha Graham es un torrente de ideas, y enlaza un tema con otro: "He trabajado con bailarines europeos, y son muy diferentes de los americanos. Pero cuando trabajamos hay un intercambio. Yo recibo algo nuevo de ellos, como del cuerpo oríental cuando trabajo con japoneses. Hace años había españoles, ahora no, pero entre mis chicos jóvenes tengo algunos cuyos padres y abuelos son españoles".

Martha Graham tiene muy presentes a los artistas que estuvieron a su lado en los años duros: "Isamu Noguichi hizo mi primer decorado para Fronteras. Yo conservo las joyas originales que hizo y los tocados de cabeza. Halston nos hizo muchos trajes, siempre colaborando con nosotros; Aaron Copland fue una persona muy americana, hizo Primavera en los Apalaches [un ballet de Martha Graham] para mí, no teníamos un título todavía, y trabajamos juntos sobre temas religiosos antiguos. Louis Horst fue el mentor de mi vida, me inició en la música; yo era una muchacha de California sin ningún fondo y él me ayudó. Cuando veo hoy a mis antiguos discípulos (Merce Cunningham, Glen Tetley, Paul Taylor) me alegra de que hayan evolucionado por su cuenta, que tengan sus lenguajes propios. Ahora viajo siempre con la compañía y me siento todas las noches a un lado del escenario a ver la función. En un cuaderno mis asistentes anotan lo que va sucediendo. Eso hay que hacerlo siempre".

"La persona interior del hombre sale con la danza, son los movimientos ocultos que hay mostrar. Le agradezco a la vida haberla tocado realmente, y ha sido a través de la danza. La magia estará siempre presente en el baile".

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