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Tribuna:UN MUNDO DEL TRABAJO EN PLENA EVOLUCIÓN
Tribuna
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La pobreza acecha aún a 1. 000 millones de 'trabajadores '

El mundo atraviesa una situación muy delicada. Si bien avanza con optimismo hacia un crecimiento económico más rápido, continúa soportando la carga de un número cada vez mayor de parados y subempleados. Esta desastrosa perspectiva de desempleo elevado, incluso en medio de la recuperación económica mundial, exige respuestas políticas innovadoras. La demanda de puestos de trabajo es muy superior a la oferta. En los países industriales los Gobiernos deben hacer frente al coste cada vez mayor de los seguros de paro.En los próximos 40 años la fuerza de trabajo de 568 millones de personas con que cuentan las regiones más desarrolladas del planeta aumentará en 68 millones. Los países industrializados tendrán que crear casi dos millones de empleos anuales de aquí al año 2025 nada más que para absorber el crecimiento de la mano de obra. También será preciso absorber un remanente de decenas de millones de parados, lo que exigirá crear de 30 a 35 millones de nuevos puestos de trabajo a corto plazo en la sola región de la OCDE.

Salir del pantano

A la mayoría de los nuevos integrantes de la fuerza de trabajo del Norte industrializado, de una manera u otra, se le proporcionará medios de vida. O bien conseguirá un empleo y tendrá derecho a distintos tipos de ayuda de subsistencia cuando no trabaje, o bien el Estado la tomará a su cargo. Los trabajadores de los países desarrollados que han luchado sindicalmente por salarios y condiciones de trabajo mejores han recorrido un largo camino desde principios de siglo, días sombríos e interminables de trabajo agotador en los establecimientos industriales insalubres.

Pero no todos los trabajadores han hecho ese camino. En mi Memoria a la Conferencia Internacional del Trabajo, que acaba de inaugurarse en Ginebra, recuerdo a los delegados de los Gobiernos, empleadores y trabajadores de los 151 Estados miembros de la OIT el tremendo sufrimiento de aproximadamente 600 millones de trabajadores que viven por debajo del umbral de pobreza, principalmente en los países menos desarrollados del Tercer Mundo. Son personas paradas o subempleadas que carecen de los beneficios de la seguridad social y de toda otra protección contra una situación económica dominada por altibajos incesantes. Son los desfavorecidos del mundo de hoy, con muy poca esperanza de obtener una mejora de su nivel de vida en el futuro inmediato. He afirmado, en mi Memoria, que la preocupación de la OIT por los trabajadores, su formación, sus salarios y bienestar no debe limitarse a aquellos que conforman el sector estructurado.

Es preciso hacer todo lo posible por proteger a los millones de desempleados rurales, trabajadores ocasionales, trabajadores del sector no estructurado y los innumerables subempleados que subsisten al margen del sistema, sin protección de ninguna clase.

Su difícil situación debería ser motivo de preocupación para todos, particularmente los trabajadores del sector estructurado del Norte y del Sur que disfrutan de protección social contra las aflicciones del desempleo y la indigencia.

Las estimaciones de la OIT muestran que en los próximos 40 años la fuerza de trabajo mundial pasará de 2.160 millones a 3.650 millones, correspondiendo a los países en desarrollo de Asia, África y América Latina 1.400 millones de ese aumento. En el año 2025 Asia tendrá 812 millones más de trabajadores que hoy; África, 436 millones, y América Latina 167 millones.

Las proyecciones de los expertos de la OIT muestran que se deberá crear un millón de nuevos puestos de trabajo por semana en los próximos 40 años para absorber a los 90 millones de desempleados y a los 300 millones de subempleados que existen actualmente en todo el mundo, así como a cientos de millones de nuevos integrantes de la fuerza de trabajo. Sin ser derrotista, no creo que este objetivo se pueda alcanzar en las circunstancias económicas y políticas actuales.

¿Cuál es, entonces, la solución? En primer lugar, el crecimiento económico, naturalmente; pero un crecimiento que beneficie a todos los estratos de la sociedad. Es evidente que la vieja teoría del crecimiento económico, que va penetrando gota a gota hasta beneficiar a los sectores más pobres de la población, no ha producido los resultados deseados. Es imperiosa, pues, la necesidad de probar nuevas maneras de ayudar a los pobres del Tercer Mundo a que salgan del pantano y puedan ganarse la vida decorosamente.

Una esperanza

La OIT, al tiempo que ha seguido cumpliendo su mandato de mejorar el medio ambiente de trabajo, establecer normas y lograr una mejora general del nivel de vida y las condiciones laborales de la fuerza de trabajo en general, ha procurado en los últimos años llegar también a esos millones de personas olvidadas mediante estrategias que comprenden un desarrollo a nivel de base. Nuestros proyectos tratan de impulsar a las personas sin trabajo, sin tierras, a los indigentes del medio rural y urbano, a organizarse en torno a actividades económicas apropiadas que les permitan obtener un ingreso regular. La piedra angular de esta estrategia es la autosuficiencia.

Nuestra experiencia ha demostado que es posible sacudir a los pobres de su apatía y su letargo para que lleguen a bastarse por sí mismos. Pese a la falta de garantías bancarias, se les han otorgado créditos para financiar algún tipo de actividad económica dentro de los límites de sus conocimientos y posibilidades técnicas. Tales inversiones en recursos humanos ya se han revelado productivas.

A muchos países en desarrollo, agobiados por una enorme deuda externa y altos índices de inflación y paro, les será difícil movilizar recursos suficientes para financiar esos programas. Desde la reunión del FMI-Banco Mundial celebrada en Seúl el otoño pasado, las perspectivas de crecimiento han mejorado mucho. Sin embargo, esa tendencia positiva no debe menguar el interés en que se distribuyan más equitativamente sus beneficios. No se trata únicamente de evitar que las medidas de reajuste afecten demasiado a los miembros más débiles de la comunidad; también es preciso reorientar las estrategias de desarrollo para que favorezcan un crecimiento más parejo, que se haga sentir en todos los sectores de la sociedad.

Para ello se requiere un diálogo y una coordinación más estrecha entre quienes se encargan de las cuestiones financieras y quienes se ocupan de los asuntos sociales.

Algunos Gobiernos -del Norte y el Sur-, así como ciertos representantes clave de los empleadores y los trabajadores deberían reunirse con organizaciones internacionales tales como la OIT, el FMI, la UNCTAD y el Banco Mundial, para examinar cuáles serían los mejores medios de ayudar a los países endeudados a resolver su problema sin ocasionar con ello perjuicios sociales innecesarios. La OIT espera organizar ese diálogo en el correr del año próximo. Confió en que los ministros de finanzas y de trabajo del Norte y del Sur así como los directores de las organizaciones internacionales aprovechen la oportunidad para lanzar un plan de ayuda eficaz a las naciones más necesitadas.

Francis Blanchard es director general de la Oficina Internacional del Trabajo.

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