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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crisis en Austria

LA RAPIDEZ con la que Fred Sinowatz ha presentado su dimisión como jefe del Gobierno austríaco, unas horas después de la elección de Waldheim, confirma que el éxito de éste va a acarrear modificaciones profundas en la vida política de ese país neutral del centro de Europa, situado en uno de los puntos geopolíticos más sensibles de la confrontación Este-Oeste. La imagen deteriorada de Waldheim en la escena internacional no podrá por menos de crear serios obstáculos para la política exterior del nuevo Gobierno. Las felicitaciones intencionadas que el antiguo secretario general de la ONU ha recibido de los países del Este y del mundo árabe son anuncio de ulteriores complicaciones. Sin embargo, la dimisión de Sinowatz no refleja solamente una voluntad de distanciarse del nuevo presidente de la República; es necesario situarla en el marco de la derrota que ha sufrido el Partido Socialista, del temor de éste a quedar desplazado del poder en las próximas elecciones legislativas, previstas en principio para la primavera de 1987.Después de haber tenido la mayoría absoluta en el Parlamento en las elecciones generales de 1971, 1975 y 1979, los socialistas perdieron tal mayoría en 1983. Fue un golpe muy serio; la gran figura del partido, Bruno Kreisky, se retiró de la política activa, negándose a encabezar un Gobierno de coalición con los liberales, pequeño partido en el que los antiguos nazis habían encontrado un cobijo generoso. Todo indica que esta política no ha frenado el descenso electoral socialista: en las recientes elecciones presidenciales se calcula que un 10% de, los votos del partido se pasó a Waldheim.

Cuando el Tratado de Estado, en 1955, puso fin a las ocupaciones militares de la URSS, EE UU e Inglaterra, la República austriaca se encontró con un sector estatal amplísimo que daba trabajo a una gran parte de la población y que integraba al sector fundamental de la banca. Esta situación ha facilitado una de las experiencias socialdemócratas más elogiadas de Europa; gracias a cuantiosas ayudas estatales, el sector estatal ha logrado hasta hace poco conservar los puestos de trabajo; así Austria se caracterizaba por una tasa de paro bajísima en comparación con el resto de Europa.

Estos antecedentes ayudan a comprender la opción que encarna el nuevo canciller, Vranitzky, cuya carrera está ligada al tan discutido Androsch y cuyos nexos con la empresa privada son conocidos; su nombre indica que el partido socialista, o, mejor dicho, el sector que lo apoya, está dispuesto a asumir un cambio de la política económica hacia medidas de mayor austeridad y a reconocer que la opinión pública evoluciona en Austria, como en otros países de Europa, hacia la derecha. Tal orientación podría preparar, después de las próximas elecciones, una coalición con el Partido Popular, cuyo ascenso es indiscutible después de la elección de Waldheim.

Esta opción choca con oposiciones muy fuertes dentro del Partido Socialista, lo cual no puede sorprender. El socialismo austriaco se ha colocado siempre en el ala izquierda de la Internacional Socialista; la amplitud misma del sector estatal en la posguerra ha facilitado que el partido alcanzase niveles de afiliación absolutamente desconocidos en la mayor parte de Europa; aproximadamente unos 700.000 miembros del partido, lo que significa, entre afiliados y electores, una relación de uno a tres; cuando en otros países es de 1 a 50, o de 1 a 100, o incluso mucho más. Cuando Bruno Kreisky se opone a la designación de Vranitzky como canciller, además de las juventudes y del ala izquierda, representa sin duda una masa considerable de socialistas cuya cultura política -y forma de vida- está enraizada en los hábitos de la administración de ese Estado socialdemócrata que Austria ha sido en las últimas décadas.

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