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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Baile 'jondo' 'sin jondura'

Iba a hacer el chiste fácil y decir que Granero y la Vargas salieron por peteneras, pero la cosa es más seria. Desde el punto de vista flamenco, esta Petenera me parece una equivocación de arriba abajo. La obra se estrenó en San Sebastián (véase crítica del espectáculo, desde el punto de vista de la danza en EL PAÍS del 8 de abril).Es un problema bastante frecuente hoy día: con la etiqueta de flamenco se nos dan otras cosas. Aquí oímos unas guitarras flamencas, unas voces flamencas y unos sonidos de genealogía más difícil de identificar; vemos baile flamenco, pero vemos también otro baile indefinido, de figuras complicadas, de artilugios que se mueven, de chales, de telas que hacen la función de cortinas o teloncillos.

La Petenera y El Sur

Baile: Manuela Vargas y, Juan Quintero, con bailaores y bailaoras. Dirección y coreografía: José Granero. Cante: Vicente Soto, El Sordera; Indio Gitano, Adela la Chaqueta, El Yeye de Cádiz. Toque: Juan Maya Marote, Paco de Antequera, José Soto, Enrique Escudero. Percusión: Motoo Ishiwa y Guillermo McGill. Madrid, teatro Monumental, 10 de junio.

Estamos ante dos estéticas dispares, que no tienen nada que ver la una con la otra. Y las mezclas, en arte sobre todo, son sumamente arriesgadas. De mixtura a mistificación hay sólo un suspiro, algo tan sutil que sin darte cuenta lo has traspasado, y entonces ya no tiene remedio.

A José Granero le funcionó el invento en Medea porque allí tuvo muy claro que lo flamenco y la tragedia eran dos planos distintos, aunque paralelos, con los que debía jugar sin confundirlos. En La Petenera hay demasiadas cosas mezcladas, confundidas, sin entidad definida. Los cantaores cantan metidos en una especie de jaulas cubiculares; las bailaoras andan moviendo cosas de un lado para otro adoptando posturas hieráticas.

Todo demasiado complicado; nunca puede funcionar así en flamenco. Si se ha querido hacer otra cosa, ahí no me voy a meter. Un solo ejemplo: ¿hay mayor dislate que mientras la Chaqueta canta una nana preciosa, ingenua, una de las expresiones más elementales de lo jondo, bailaora y bailaor (es un decir) anden por el suelo componiendo extrañas figuras?

Lo flamenco es mucho más sencillo, pero también más verdadero. Y prueba de ello esque esta Petenera sólo alcanza esporádicos momentos de grandeza y autenticidad cuando se mantiene fiel a la expresión flamenca, que es la suya, sin añadidos extemporáneos. Por ejemplo, en los bailes sin guitarra, con la voz de El Sordera hijo en algunos de los momentos de esplendor que prodigó en su cante.

Con El Sur, las aguas volvieron a su cauce natural y se nos dio flamenco flamenco. Era un alivio ver aquel escenario limpio, con unas cuantas sillas para los actuantes, sentados en torno a una mesa. Aunque a ésa se subiera Quintero para bailar. Bailé por soleares con su segura profesionalidad, con su madurez reconocida y alguna leve concesión al efectismo. Y las soleares siguieron con un formidable quinteto de bailaores y después también para bailaoras. Indio Gitano cantó ahí rompiéndose, como se deben cantar las soleares para baile.

Este fastuoso preludio abrió un tiempo en que hubo de todo. La versión de la Farruca no fue buena. La de la Serrana, aunque nos libró del tópico de los bandoleros, se quedó en un juego de taparse/destaparse el rostro las bailaoras. El baile por tarantos fue sobrio, con empaque. En cambio, Manuela nos dio unas sigiriyas monocordes, aburridas, a las que además puso castañuelas. Las bulerías cerraron de manera brillante, con algunos solos espectaculares de los bailaores. Manuela Vargas tiene máscara una figura inquietante, se viste muy bien y vende con inteligencia. Pero a la hora de bailar por derecho no puede disimular determinadas carencias.

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