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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dos caras de México

CUANDO LAS miradas de medio mundo se centran sobre México con motivo del Mundial de fútbol y la revolución mexicana acaba de cumplir 75 años, el régimen surgido de ella ha sido denunciado por Amnistía Internacional, que acusa al Gobierno de actos criminales cometidos contra indígenas y campesinos. Pocas cosas podrían resultar más preocupantes para un régimen que presume de haber realizado su revolución antes incluso que la soviética, que practica continuamente un culto verbal al indigenismo y que reacciona con airado nacionalismo ante cualquier acusación procedente del exterior.Las denuncias de Amnistía no han hecho más que sacar a la luz de la opinión pública internacional unos hechos frecuentemente enmascarados en un país donde son frecuentes el asesinato y la desaparición de los líderes campesinos si no se pliegan a los apetitos de tierra de los caciques rurales. El viejo grito zapatista de "Tierra y libertad" sigue vigente en el México actual, donde gran número de campesinos viven esquilmados por patrones inmisericordes y muchas comunidades indígenas se ven privadas de sus tierras comunales por amenazas de terratenientes a menudo vinculados al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que desde hace más de medio siglo mantiene las riendas del poder en México, sin haber cedido ni en una sola ocasión la gobernación de los 31 Estados de la República.

Este poder ha creado un régimen peculiar, que algunos definen como democradura, una mezcla de democracia y dictadura. A lo largo de 57 años, el partido, primero Nacional Revolucionario, luego de la Revolución Mexicana y finalmente Revolucionario Institucional, ha conseguido una estabilidad política sin parangón en América Latina. Su regla canónica, basada en la política de palo y zanahoria, consiste en corromper y devorar los movimientos de disidencia recurriendo a la represión cuando el intento fracasa. Mestra reciente fue el movimiento estudiantil de 1968, que acabó asinmilando por el sistema y con muchos de sus líderes en los puestos dirigentes del PRI. El mismo método tiene aplicación a la hora de reducir a líderes sindicales o a indígenas y campesinos.

Al distrito federal apenas llegan los gritos de los desaparecidos en las lejanas tierras ole los Estados de Chiapas y Oaxaca. Y fue necesario un terremoto, de más de ocho puntos en la escala de Ricliter, el pasado 19 de septiembre, para sacar a relucir las lacras de la tortura en México. En aquella ocasión, el movimiento de la tierra y la caída de los edificios puso al descubierto a los seres humanos torturados en las celdas de la policía, en el corazón mismo del distrito federal.

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Toda esta realidad es la otra cara de un México que en política exterior es campeón de las causas progresistas y democráticas y que mantiene una enorme tradición de respeto e impulso a los valores de la cultura. Por eso, muchos piden que el Gobierno mexicano aplique en su propia casa los principios que defiende cuando impulsa la actividad del Grupo de Contadora. No puede negarse el mérito a la política exterior valiente y decidida de México en un país que vive al lado de vecino tan poderoso .como Estados Unidos y bajo la. presión de una deuda externa que se aproxima a los 100.000 millones de dólares. Esta valentía y firmeza de la política exterior mexicana no es nueva. México la practicó cuando se convirtió en lugar de refugio para los exiliados españoles republicanos y tantos otros, como Fidel Castro y Che Guevara. La misma política siguió cuando México resistió a las presiones para romper relaciones diplomáticas con la Cuba castrista, y se considera ahora en el firme apoyo mexicano al Grupo de Contadora. Pero por lo mismo es más condenable la política represiva y los atropellos de los derechos humanos cometidos en el país.

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