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Crítica:CINE / 'LA JUNGLA DE ASFALTO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Cine!

Durante pocos días, y como inesperado homenaje al fallecido actor norteamericano Sterling Hayden, un cine de Madrid ha repuesto una joya del cine negro, el prodigioso thriller de John Huston La jungla de asfalto, una película en la que Hayden alcanzó la más perfecta interpretación de su carrera -muy superior, a mi juicio, a la de Johnny Guitar- y en la que Huston dio lo mejor de sí mismo a un filme formalmente perfecto y a una de las contribuciones más profundas del cine a la recuperación del modelo poético trágico. Un filme que nadie que ame el cine puede permitirse el lujo de desconocer.El título enuncia con precisión la materia envolvente de esta obra: la jungla de asfalto, la ciudad. Es este filme un grave, tenso, estremecedor poema urbano. Y ahí comienza su singularidad: en que no hay en él ni una sola toma documental de la jungla urbana que representa. Es sólo una película de y sobre rostros humanos portadores del seco estigma de esa jungla -"Un crimen es tan sólo una alteración de la conducta"-, una especie de secreta marca de raza, un simple comportamiento físico, que Huston edifica con exactitud y austeridad apasionantes.

La jungla de asfalto

Director: John Huston. Guión: Ben Maddow. Producción: Metro-Goldwyn-Mayer. Norteamericana, 1950.Intérpretes: Sterling Hayden, Sam Jaffe, Louis Calhern, James Whitmore, John McIntire, Jean Hagen, Marilyn Monroe, Marc Lawrence. Reposición en Madrid: cine Españoleto.

La acción -acción en sentido total, pues no hay ni un solo segundo de La jungla en que no ocurra algo y, en concreto, algo violento- transcurre en Chicago, pero de esta trágica urbe sólo vemos un lejano perfil en la secuencia inicial y algunas fugaces referencias de fondo, estrictamente funcionales y de mínima duración. El resto es sólo hombres, hombres vistos de cerca, casi con lupa, atrapados en uno de los más poderosos alardes de ejercicio del arte del primer plano de la historia del cine. Hombres, fieras enmarañadas en esa invisible jungla, donde nos sumerge el relato. Hombres que taladran sus sombrías madrigueras en los vericuetos físicos del crimen y sus alrededores morales.

Leyenda en blanco y negro

El filme, todo él, es una leyenda esculpida en blanco y negro, y está lleno a su vez de leyendas: el pequeño gigante Sam Jaffe mientras entra de espaldas, sin que veamos su rostro, en el garito de los Secuaces de Louis Calhern -"Muchacho, yo me forro sacando gentuza de la cárcel"- es un mito. Pocas veces como en ese plano se ha representado con tal fuerza la amenaza de la boca del lobo, la entra da en el "ámbito donde las sirenas resuenan como la almas en el infierno". De la misma manera que nunca se representó la fatalidad como en la memorable escena del prendimiento de Jaffe -"Todos trabajamos para nuestros vicios"- mientras éste pierde su posibilidad de huir sólo por contemplar los movimientos de caderas de una niña.Como un mito es el estallido de James Whitmore -el tabernero sentimental que ama a los gatosal ver al garitero chacal, el soffin Cobby -"¿Por que sudas, Cobby, cuando cuentas los billetes de a mil?"-, protegido detrás de los barrotes de una celda. Como un mito es el llanto contenido de Jean Hagen con sólo un ojo con pestaña postiza.

Como un mito es la búsqueda final de Hayden -esa terca fiera desamparada, un "asesino que siempre apuesta en las carreras y siempre pierde"- del luminoso país de los caballos, en la única secuencia con música de un filme que no tiene música porque es música en sí mismo. Como un mito es la imagen de la muerte del viscoso detective de Calhern a manos de Hayden, en una de las escenas de western incorporadas al lenguaje del cine negro más tensas que se conocen. Como un mito es la enorme mano de Hayden mientras deposita como a un niño en su cuna un frasco de nitroglicerina en el surco de su sombrero.

La jungla de asfalto es Cine con mayúscula y a secas, sin otro adjetivo que el de ser dueño de esa tremenda potencia expresiva que otorga a toda creación humana el estado de inocencia, la conciencia de ser origen de algo y no consecuencia de nada. Y es la obra cumbre de Huston, Jaffe y Hayden, otras tres leyendas.

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