_
_
_
_

El coste del bacalao

Pescar junto a Canadá esconde una dureza especial para los españoles

Francisco G. Basterra

Jesús Romero, capitán del pesquero de La Coruña Amelia Meirama, 33. años, casado y con hijos de ocho y dos años, vale 5.000 dólares canadienses, aproximadamente medio millón de pesetas. Ésta fue la cifra fijada por el juez Joseph Woodrow para que Romero, un gallego de Noya que lleva en la mar desde que tiene 17 años, abandonara la semana pasada la cárcel de Saint John's, donde pasó dos noches tras ser detenido en alta mar y acusado de pescar ilegalmente en aguas canadienses, de desobedecer órdenes y de obstrucción a la justicia.

Más información
Sombrío panorama

Romero, jefe de la pareja de arrastreros formada por el Amelia Meirama y el Julio Molina- a este último lo mandaba Salvador Omil, que también fue a parar a la cárcel-, no imaginó, cuando su barco salía de La Coruña el pasado 12 -de marzo para iniciar una marea en aguas de Terranova, que su rostro, enmarcado por una barba pelirroja, iba a estar en las páginas de los periódicos y en las televisiones. Tampoco sabía que iba a tener, como huéspedes indeseados a bordo, a dos funcionarios del Ministerio de Pesca canadiense que, durante 48 horas, trataron de detenerle mientras Romero forzaba la máquina de 950 caballos de su barco rumbo a La Coruña. Para Canadá fue casi un secuestro y para los españoles sólo una "desobediencia dudosa".

Un armador insolvente

La gran escapada, ordenada por el armador de la pareja, un personaje sacado de una novela de Zunzunegui llamado Salvador Correa, que se declara insolvente y trata de lograr estos días en España 70 millones de pesetas para liberar a sus barcos detenidos en Saint John's, concluyó el 24 de mayo a 700 millas de Canadá con la intervención de la patrullera Leonard Cowley. El Amelia Meirama,. 43 metros de- eslora y 380 toneladas de registro bruto en un casco abollado y roñoso que habla de 21 años de explotación a tope en aguas de Terranova, sólo se paró cuando un equipo de 16 hombres de la policía montada, armados con subfusiles y granadas de luz y de ruido, abordaron el pesquero en un asalto, desde una Zodiac naranja, que tuvo unas cáracterísticas de una acción de los GEO. El barco español se encontraba a 41 grados 20 minutos de latitud norte y 39 grados 23 minutos longitud oeste.

Romero estaba supuestamente detenido desde que, a las 04.00 horas del día 22, el funcionario de pesquerías canadiense John Taylor y su colega Ben Rogers saltaron a su barco y le acusaron de pescar dentro de la zona exclusiva económica de las 200 millas declarada -por Canadá en 1977 y que, desde que pescadores vascos iniciaran la captura de la ballena en estas aguas en el siglo XVI, ha sido el principal caladero de los barcos españoles. Romero ha negado hasta la saciedad que estuviera dentro de las 200 millas, ni que secuestrara a nadie. "Taylor no se inmutó y quedó contento cuando pusimos proa a España", asegura Romero.

Los funcionarios canadienses que saltaron a bordo y discutieron con el capitán del Amelia Meirama durante 14 horas para que pusiera rumbo a Saint John's insisten en que el barco y su pareja, el Julio Molína, estaban entre una y dos millas dentro de la zona de las 200 millas. Afirman que Romero incluso les dijo que no era justo que por milla y media dentro hicieran traerle a este puerto de 100.000 habitantes, en el noreste de Canadá. Pero después de hablar durante dos días con las - tripulaciones gallegas en Saint John's existe una posibilidad razonable de que los arrastreros estuvieran dentro de la zona prohibida.

Moncho, el jefe de máquinas del Amelia Mairama, explicaba así el problema que se plantea con esta polémica frontera en los grandes bancos de Terranova: "Si estamos a 202 millas de la costa canadiense y sabemos que el pescado, y lo podemos saber, está en la milla 198, es lógico que vayamos a por él". A Romero hay que arrancarle las palabras; desconfía y, sobre todo, como el resto de la tripulación, aparece atemorizado ante la presencia del armador, el señor Correa -"sobre el que preferimos no hablar"-, y de su brazo derecho, su sobrino, José Luis Molina, Polucho, que ordenó a las tripulaciones que lo mejor era callar y no entrar en detalles.

Dos 'mareas' anuales

El natural carácter reservado de estos pescadores gallegos, que todavía no han superado el riesgo elegido que les salió mal, se torna

El coste del bacalao

en un silencio de tumba cuando se trata de inquirir por su situación económica. "Es totalmente falso que los pescadores ganemos más que los toreros", aclara con sorna el patrón de pesca, el pesca, del Amelia Meirama y, en la práctica el hombre que más manda en el barco ya que es quien decide, por encima del capitán, a dónde debe ir el bacaladero. Una marea normal (este es el nombre que recibe una campaña en la mar de unos cuatro meses, sin regresara España) puede significar unas 400.000 pesetas. Se suelen hacer dos mareas anuales y un descanso de unos tres meses en tierra.Los 42 pescadores, que aguardan su repatriación a costa del contribuyente español mientras ven los partidos del Mundial en Saint John's y la liberación de sus barcos, sin la cual les espera el paro, trabajan al porcentaje sobre las capturas. Los vascos de Pasajes lo cifran más alto que los gallegos. Los dueños de las parejas -hay 28 españolas operando en estas aguas y, según Jesús Romero, "la nuestra es la última en todo"- dan también un fijo a sus marineros, pero esta cantidad es muy pequeña e insuficiente para subsistir. Pero ningún miembro de la pareja detenida en este puerto quiso revelar sus ganancias, que, con seguridad, no están en relación con un trabajo muy duro, con las condiciones de habitabilidad de estos pesqueros, que están bajo mínimos y que, en ocasiones, les obliga a trabajar en cubierta a 18 grados bajo cero y a picar el hielo del casco para que la embarcación no se hunda.

"Nuestro principal problema es el alejamiento de casa", explica Jesús Romero, "Cuando hace dos meses y medio salimos de Coruña, llevábamos víveres y 150.000 litros de gas-oil para 80 días, que es nuestra máxima autonomía. Pasado este tiempo tenemos que entrar en algún puerto para repostar". Al Amelia Meirama y al Julio Molina les costó nueve días de navegación llegar hasta los grandes bancos, la región rica en bacalao y que, en su casi totalidad, está ya protegida por el límite de las 200 millas.

Los dos arrastreros detenidos pescaron primero en Flemish Cap, al norte de donde fueron interceptados el 22 de mayo, cuando la patrullera no armada Cap Roger, del Ministerio Federal de Pesca, hizo contacto por radar con los bacaladeros españoles a las 2.45. A las 3.05, los canadienses iniciaron el procedimiento de violación de la zona de las 200 millas y a las 3.20 confirmaron la supuesta violación (1,8 millas en el interior del área prohibida). "Les dije que era una patrullera, que detuvieran el barco y que estaban en aguas canadienses", explicó John Taylor. "Me respondieron que no entendían y siguieron navegando a unos dos nudos", la velocidad normal de arrastre de las redes.

Entre la técnica y la ley

"Me pidieron 10 minutos y yo les dije que subía a bordo inmediatamente. La pareja continuó navegando hacia fuera de la zona económica exclusiva", explicó el funcionario canadiense ante el juez. Los españoles lo más que admiten es que una mániobra técnica, para que las redes no se engancharan en una roca del fondo, les pudo situar en aguas dudosas durante algunos minutos. Pero Taylor y su compañero Rogers fueron insistentes en sus declaraciones. "Fuimos al puente y confirmamos que estaban como una milla dentro, y ellos lo admitieron".

Después, 14 horas de discusiones entre unos y otros, con los barcos parados, que concluyeron cuando el armador, desde La Coruña, ordenó por radio a Romero -es él quien manda la pareja por encima de Omil, que sólo está al frente del Julio Molina- que pusieran rumbo a España. Romero pidió a los canadienses que abandonaran su barco y éstos se negaron alegando órdenes superiores. "Me dijeron", explicó Taylor ante el juez, "que tenían órdenes del ministerio español, [ésta es posiblemente una interpretación abusiva del armador] de que regresaran a La Coruña. Yo insistí en que estaban detenidos".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_