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Un rito de intimidad

El Instituto Italiano de Cultura ha presentado una exposición de dibujos y pinturas, de Pier Paolo Pasolini, dentro del extenso ciclo de actividades, coorganizadas con la Filmoteca Española, sobre la personalidad, la obra y la, herencia del escritor, poeta y hombre de cine italiano, que acercan por primera vez al público9 español una de las facetas creativas menos conocidas del gran escritor y realizador cinematográfico. -En un texto publicado póstumamente -y que se incluye, junto a estudios de Giuseppe Zigaina y Achille Bonito Oliva, en la estupenda monografía editada en español por los organizadores de la muestra de Madrid-, Pier Paolo Pasolíni concluye un conjunto de reflexiones sobre su tingular relación con la.pintura con el siguiente comentario: "Como se ve, incluso los aficionados tiesus apasionantes problemas".

La sombra del mito

El comentario, que está teilido por una sutil ironía, resulta hoy revelador acerca del lugar que la dedicación al dibujo y a la pintura ocupa dentro del universo creativo del artista italiano, y cuál es allí su peso y significación.

Ciertamente, la producción plástica de Pier Paolo Pasolini es marginal con respecto al conjunto de su obra, y está básicamente circunscrita a dos períodos de actividad en este terreno. Uno de ellos está situado en la década de los años cuarenta, en la época que el escritor pasó en Bolonia y en Casarsa, justo antes de su ingreso en el Partido Comunista Italiano. El otro período pictórico de Pier Paolo Pasolini-aflora: de nuevo hacia 1965 y se extiende hasta su trágica muerte en un descampado de Roma en el año 1975.

Por otra parte, y salvo por alguna excepción aislada no tuvo difusión pública en vida del artista, fuera del círculo de sus amigos íntimos. Y, sin embargo -tal como se refleja con claridad en el centenar de obras que componen la interesante muestra presentada por el Instituto Italiano en Madrid-, no cabe pensar en ella como en una mera diversión de su autor, sin otro interés que el anecdótico, que surgierá a1a luz a la sombra del mito Pasolini.

La obra plástica de Pasolini, al contrario, responde a una particular intensidad y voluntad de riesgo en el enfrentamiento con un nuevo ámbito creativo, en la que se nos revelan elementos importantes de la intimidad creativa de Pasolini. En cierto modo, podría decirse -parafraseando a Kandinsky en un texto sobre el Schoenberg pintor-, que Pasolini encuentra en el dibujo una vía desde la que "dar expresión a aquellos impulsos de su espíritu" que no tienen acomodo en su acercamiento a otras áreas de lenguaje, en la escritura y en el cine.

Pintura 'dialectal'

En la producción plástica de se refleja una sólida cultura pictórica, unciamente fruto de sus estudios con Longhi -por quien confesaba una intensa admiración y a quien rinde homenaje en los retratos de última época incluidos en esta muestra-, que a menudo se traduce en citas concretas, de naturaleza semejante, a las que jalonan también toda su obra cinematográfica.

Pero esa inclinación a la referencia, que Achille Bonitó Oliva define dentro de una postura global manierista en la obra plástica de Pasolini, pasa siempre por el filtro de una torsión subjetiva, de un forzar en la expresión un acento más propio -el mismo Pasolini afirma, en este sentido, que su pintura, como su obra poética, es dialectal-, que se inserta en ese antirrealismo general con el que queda definida la visión del entorno que proyecta en el dibujo.

Y, dentro de este impulso, de este,escorzo diferencial y voluntariamente arriesgado que Pasolini persigue en el dibujo, juega un papel esencial su gusto por lo experimental, por la búsqueda de soluciones materiales que se alejan, o incluso que se sitúan a contrapelo, de las convenciones técniéas.

Gusto experimental

La exposición presentada en el Instituto Italiano de Cultura nos ofrece ejemplos, tan numerosos como notables, de ese aspecto experimenta¡ en la obra de Pier Paolo Pasolini como dibujante, ejemplos entre los que se encuentran, sin duda, algunos de los puntos de emoción más intensa de la muestra.

Tenemos en este sentido esos dibujos de comienzos de los años cuarenta, en los que el artista y escritor friuliano consiguió dotar a la imagen de un íntimo temblor, aplicando el óleo con sus propios dedos sobre un papel de celofán.

Y tenemos, sin duda ante todo, esas dos espléndidas series de retratos de la soprano María Callas realizados entre los años 1969 y 1970, en las que el perfil obsesivo de la famosa cantante griega, apenas un gesto que en ocasiones se repite para formar una secuencia, ha sido teñido -como describe acertadamente Zigaina- con el jugo de frutas y de flores, con lo que se introduce en la ejecución un elemento aleatorio y, con su oxidación, una huella de temporalidad.

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