Los colleros
Olea / Vidrié, Moura, Valdenebro, BuendíaToros de Mana Olea, mansos, aunque dieron juego. Manuel Vidrié: ovación y salida al tercio. Joao Moura: ovación y salida al tercio. Luis Valdenebro: silencio. Javier Buendía: ovación y salida al tercio. Por colleras: Vidrié-Buendía, vuelta con algunas protestas. Moura-Valdenebro, aplausos con algunos pitos. Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. 22º corrida de feria.
JOAQUIN'VIDAL
Hasta que los rejoneadores, salieron por colleras no empezó a animarse el cotarro. Los colleros de avanzadilla, Vidrié-Buendía, dieron la única vuelta al ruedo de la tarde. Eso sí, con protestas de los puristas, que nunca faltan. Los puristas no eran todos afición madrileña en sentido estricto, para la que "el bueno es Vidrié", y Vidrié estaba allí, en vivo, dando la vuelta al ruedo. Los puristas alegaban que tres rejones clavados al aliguí y un descabello pie a tierra no son motivo de alborozada recompensa, sino de vilipendio.
Ganas de criticar, de todas maneras, pues como colleros habían cumplido. En los rejones de castigo, sin mayores fastos. En cambio, en banderillas, invadiendo de felicidad al público, porque es divertidísimo contemplar cómo dos a caballo, uno detrás del otro, le clavan banderillas al toro y el toro ni se entera, ja, ja, ja. Pero aún da más gusto ver cómo se las clavan cortas, en vertiginosas oleadas, y el toro no sólo se queda con las banderillas puestas, sino que lo vuelven loco, ja, ja, ja, y tira cornadas a todos los vientos por si caza a alguien.
No lo caza. El toro hace el papel de saco en las colleras, y que no se venga con fantasías. Los colleros Moura-Valdenebro también galoparon, clavaron hierros y el toro ni adivinaba de dónde le venían -¡qué risa!-. Aunque les faltó continuidad, pues Valdenebro tenía problemas de ajuste con el toro y no clavaba o clavaba a orilla del rabo.,
Valdenebro ya había rejoneado inhábil en su solitaria actuación ante el resto de toro -sin pitones- que sale en las corridas de rejoneadores. No así Moura, que estuvo torerísimo, principalmente al encelar al suyo, cuando se le iba a tablas. Los ejemplares de María Olea resultaron mansos y, antes o después del banderillazo, escapaban a la querencia, con especial predilección por los terrenos del 4. Es que allí rompe corazones Estrellita, mujer objeto, y su flamígera cabellera deslumbra a distancia; al toro, también.
Si de torear a caballo se habla, Moura lo hizo con sabor, técnica y garra. No obstante, el bueno es Vidrié, dice la afición madrileña, que de esto sabe. Otro que toreó, caballista andaluz inspirado por el genio y el temple de la tierra, fue Javier Buendía. Recibió al toro a porta gayola, con la garrocha, y manejándola con arte campero, cruzándola atrás, de señuelo, convirtió en belleza la emocionante carrera que provocó la furiosa salida del toro.
No imaginaba el público de ayer, nuevo en la plaza casi todo, que el rejoneo pudiera ofrecer tan inesperadas suertes y bullía inquieto en el tendido celebrando con frenéticos palmoteos el acontecimiento. La afición aprobaba al garrochista, naturalmente dentro de un orden: "Vale; pero el bueno es Vidrié".
Por supuesto, cuando salió Vidrie, el bueno, que además abría plaza, corrida, fiesta, colleras, la afición se sintió reconfortada e intercambiaba plácemes al confirmar que, en efecto, Vidrié es bueno, cabalga seguro, torea medido y rejonea sobrio. Con los hierros toricidas le fue peor, tardó en acertar, lo cual disminuyó la moral de victoria que alentaba a la afición y el triunfo, que el público ya había empezado a conceder a los rejoneadores desde el primer minuto.
Pues desde el primer minuto restallaban las ovaciones. Los cuatro jinetes daban la vuelta al ruedo, sombrero en mano, sin haberla ganado aún, pero qué más dará; hacían piruetas y otras evoluciones equinas para que se viera la buena doma. Ya eran colleros -a cuatro- y la tarde presagiaba gloria. Luego no fue para tanto pero ésas son cosas que pasan y, además, que les quitaran lo bailao.
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