El bajonazo
Los toreros han institucionalizado el bajonazo y el público le ha dado su bendición. Antiguamente, cuando un matador propinaba un bajonazo, planeaban sobre su entorno botellones de gaseosa. Cuando la autoridad de la plaza y la mejor educación de las gentes que acudían a ella suprimieron esta incivil forma de manifestar las opiniones, ya no caían al ruedo botellones con ocasión de bajonazos, pero protestas sí había, y orejas no se daban, ni vueltas al ruedo, ni nada.
Ahora, en cambio, los bajonazos se premian. Así está de mal y de desprestigiada la que llamaron suerte suprema; así no hay forma de ver matar un toro "marcando los tiempos" y por el hoyo de las agujas. Ni en esta feria ni en otras, salvo raras excepciones y sin que sirvan de precedente cuando se producen.
Babelia
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