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Los serenos han creado un ambiente de tranquilidad

Los vigilantes nocturnos volvieron a las calles del centro de Madrid el pasado 7 de abril, después de una prolongada ausencia. El balance de este mes y medio del servicio se resume en 652 intervenciones, de las que 174 corresponden a asuntos tramitados luego en diligencias policiales. Comerciantes y vecinos, que acogen con familiaridad su inconfundible presencia, siguen lamentándose de la inseguridad ciudadana, pero coinciden en señalar que la vuelta de los primeros 250 serenos les ha hecho recuperar parte de la tranquilidad perdida.

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"Los comerciantes hemos notado bastante la vuelta de los serenos; en el úlitimo mes ha disminuido el número de robos". Quien así habla es Francisco López, que ve desfilar diariamente a través de los tibios cristales del quiosco Antonia -en la plaza del Dos de Mayo- a todo tipo de sombras sospechosas. López recuerda con frialdad el último robo, que sufrió su establecimiento, "unos días antes de que empezaran a patrullar los serenos".Su quiosco es algo así como el rompedero de la calle, de Velarde, una de las más transitadas del barrio de Malasaña, que se convierte al amparo, de la noche en cobijo para, los traficantes de droga. Los transeúntes aguantan impenitentes el asalto rutinario: "¿Quieres chocolate?".

"Los serenos no pueden acabar con el tráfico de drogas", añade Francisco López, "no es su función". Y así lo atestiguan ellos mismos, que se consideran "vigilantes" y quieren marcar distancias tanto de la labor de los policías como de la de los antiguos serenos: "Nosotros no estamos para abrir portales".

Ángel hace su ronda en tres manzanas de la calle de Manuela Malasaña. Su turno diario, de ocho horas, comienza normalmehte entre las 22 y las 23.30. Antes de llegar a su demarcación ha de pasar por laagrupación de la Policía Municipal de Centro, en la plaza Mayor, y de allí se desplaza hasta la zona que tiene asignada.

Después de dar fuego solícitamente a un viandante, Ángel atiende a la señal del radiotransmisor, que es su principal herramienta de trabajo. "Aún no he tenido que utilizar ni la porra ni el spray paralizador" afirma con alivio. Sin embargo, Ángel se recrea contando cómo tuvo que retener a un hombre en estado de embriaguez que había roto la ventana de un coche. "Los compañeros que patrullan al otro lado de la plaza del Dos de Mayo sí que han evitado varios robos", dice refiriéndose a las inmediaciones de la calle de San Vicente Ferrer.

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Vigilancia y ayuda a viandantes

"La función de los serenos", explica un portavoz de la Policía Municipal, "es principalmente la de la vigilancia y ayuda a los viandantes". El mismo portavoz recuerda el hallazgo por un vigilante nocturno de un cartera con documentación y un cheque al portador, por valor de 650.000 pesetas.La asistencia a ciudadanos enfermos o heridos en accidentes de tráfico y los informes sobre desperfectos en la vía urbana han propiciado más de 478 intervenciones. El resto, hasta un total de 174, se refiere a asuntos que han sido luego tramitados en diligencias policiales. En estos últimos casos, los serenos han retenido en ocasiones a presuntos delincuentes o han dado aviso a la Policía Municipal a través de sus radiotransmisores, en contacto permanente con los agentes.

En poco tiempo, los nuevos serenos se han convertido en parte inseparable del distrito de Centro. La avalancha de ciudadanos que inunda los fines de semana las concurridas calles no se extraña ya de su presencia en la puerta del Sol, la Gran Vía, la plaza de la Paja o en la plaza de Oriente.

Chuzo y guardapolvos

Lejos del distrito de Centro, y lejos también de la juventud de los nuevos vigilantes nocturnos, se encuentra Manuel Amago, Manolo para los vecinos de la calle del Doctor Gómez Ulla, en el distrito de Salamanca. Manolo, 56 años y un inconfundible acento asturiano, es uno de los contadísimos supervivientes de los antiguos serenos de chuzo y guardapolvos que vive de la generosidad de los vecinos. "No sé por qué me vienen siempre diciendo que cuándo desaparecieron los serenos; yo llevo trabajando 34 años seguidos y nadie me ha dicho nunca que me vaya", afirma."Hace dos años", recuerda, "me dispararon unos delincuentes en la gasolinera de Gómez Ulla cuando intenté ayudar a un empleado de la estación de servicio". Manolo prefiere olvidar todos los percances de su vida como sereno y sentencia escuetamente: "Las noches son más peligrosas ahora; hay mucho delincuente suelto".

A Manolo poco parece importarle lo que ocurra más añade la parcela que vigila y responde con un encogimiento de hombros cuando se le pregunta sobre los nuevos serenos. "Hacen falta, más serenos, sí...", añade con cierto escepticismo.

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