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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Histeria y guirigay

El convento de San Plácido -situado en la calle de San Roque esquina a la calle del Pez, en Madrid- es un vivero histórico de leyendas galantes, de misterios, de rumores populares, de viejas canciones de ciego. A principios del siglo XVII se produjo en él un sonado caso de monjas endemoniadas y heréticas, que llegó a trascender y que penalizó la Inquisición, y Domingo Miras lo representa con una cobertura de documentación histórica, en su obra Las alumbradas de la Encarnación Benita.Los alumbrados, o iluminados, creían que la oración les elevaba a tal estado de perfección espiritual que el cuerpo podía entregarse a toda clase de excesos sin pecar por ello. Domingo Miras mantiene la situación teatral del referido caso histórico y lo inclina hacia los temas terrenales, como son la elaboración de un mundo ilusorio para soportar la prisión de por vida, las manifestaciones de histeria, los estallidos de la represión.

Las alumbradas de la Encarnación Benita

Autor: Domingo Miras. Intérpretes: Amelia del Valle, Miguel Torres, Pilar San José, Ana Guerrero, Lola Santoyo, Marina Simonet, Ramón Serrada, Vicente Cobos, Lope Moreno, Mercedes Calvo, Roberto Cabezas, Juanjo Guerenabarrena. Dirección: Jorge Eines. Estreno: sala Círculo de Bellas Artes. Madrid.

El manuscrito de su obra ganó el Premio Tirso de Molina en el año, 1980 y fue editado por La Avispa en 1985. La lectura de ese manuscrito da más dimensiones que las de la representación que intenta el grupo Ensayo 100 en el Círculo de Bellas Artes (sala Francisco de Rojas).

Los problemas que presenta esta representación de Las alumbradas de la Encarnación Benita son, sobre todo, de tipo auditivo. La sala donde se representa tiene problemas acústicos; la desnudez de la pared del foro con este decorado hace reverberar los sonidos y quiebra las palabras; éstas no son fáciles -es decir, no se las reconoce al vuelo, como pasa con el lenguaje coloquial- sino que son un postizo de lenguaje de la época (sobre el cual el autor hace su originalidad lingüística) y la prosodia de los actores es mala: no hay que convertir la histeria en guirigay, por lo menos en un escenario.

Escenario y acción

Sobre todo ello, la dirección de escena ha acumulado un percusionista que produce un fondo sonoro continuo. Las acotaciones del autor en su texto, en cuanto a escenario y acción, son más ricas que el resultado de esta dirección de escena.El misterio, la densidad, la fuerza corporal y tensa que hay en sus personajes, no concuerdan del todo con lo representado. Hay que anotar el considerable trabajo y estudio de Ensayo 100 y el interés que tienen algunos de sus hallazgos: los decorados son bellos, la música superpuesta es excelente, la colocación de las figuras alcanza auténticos valores plásticos. Únicamente, no concuerdan (en lo que se refiere al ambiente, en expresividad) con lo que expresa la obra. Y los problemas de la comprensión del texto por parte de la forma en que está dicho y por el descuido acústico son graves.

Domingo Miras es uno de los varios autores mal tratados por los circuitos del teatro establecido. Le ha sido difícil estrenar y, cuando lo ha conseguido, las condiciones le han sido adversas. Ya le pasó con su premio Lope de Vega De San Pascual a San Gil, a pesar también del empeño de quienes lo llevaron a escena, y con La Saturna.

El miércoles, unas 20 personas asistieron a la representación de este espectáculo; aplaudieron sin demasiado fervor.

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