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Crítica:39º FESTIVAL DE CANNES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un King-Kong burgués

ENVIADO ESPECIAL, Si los superrealistas levantaran la cabeza, lo primero que harían sería pedir la de Oshima, y si Cannes no fuera en estos momentos un festival dominado por el cine norteamericano y francés, los cinéfilos harían otro tanto. Max, mon amour, el último trabajo de Nagisa Oshima, cuenta los amores de una mujer de la alta sociedad -Charlotte Rampling- con un chimpancé, y lo hace en clave de comedia, en tono pastel, con una suavidad y unas maneras que hacen irreconocible al autor de El imperio de los sentidos.

El desastre no estriba en que sea una comedia, sino en que sea una mala comedia. Faltan gags, pero sobre todo falta ritmo y humor convicción pasión. El pobre chimpancé se integra en una historia de triángulo sin el menor gesto de rebelión. El filme juega con eso y busca ahí su capacidad de transgresión. Pero el sentido del humor de Oshima es escaso, y su talento para la comedia, nulo. El resultado es que el infeliz mono., además de no secuestrar a la bella en lo alto de un rascacielos, tampoco provoca el escándalo de: un Jean Sorel seduciendo a una esposa de diplomático. Triste destino el de los mitos el Verse convertidos en pretexto para ideas de cortometraje.En el fondo, la imagen que nos ofrece este chimpancé: que ha perdido lo que tenía de salvaje tiene algo que ver con la del propio cineasta, rodando fuera de su país, en un idioma que apenas conoce y adaptándose a un género y un cosmopolítismo que no le convienen. No se trata de negarle a Oshima el derecho a ser el primer japonés que firme una película que no tiene nada que ver con Japón, sino de lamentar que haya renunciado a ser quien era. para embarcarse en un proyecto del que sólo podía salir bien librado un Buñuel.

Utopía

En cambio, al indio Mrinal Sen, el carácter de coproducción internacional de Génesis no le ha perjudicado. Con capital y tecnicos franceses, belgas y suizos, pero hablando en hindi, Sen nos cuenta, a través de una parábola, cuál es el motor del mundo. La lucha entre el bien. y el mal, entre una virtud y un vicio que están en el interior de cada hombre, condenan a una eterna repetición, a la necesidad de utopías liberadoras que siempre serán corrompidas. Admirador de Bresson, Sien narra con gran exactitud, profusión de simbolos y en el tono adecuado, los problemas de un triángulo sentimental que quería fundar un nuevo orden sobre la Tierra.Para Steven Spielberg, El color púrpura es una oportunidad para reivindicarse como un gran narrador, como un cineasta capaz de cambiar de registro y escapar a esa difícil facilidad con que se había erigido en el rey de los grandes espectáculos de aventuras. El color púrpura es un melodrama protagonizado únicamente, por actores de color. La apuesta era arriesgada, porque el folletín amenaza detrás de cada secuencia, pero Spielberg encuentra el equilibrio ideal casi siempre, balanceándose entre el drama y el humor, América y África, el burdel y la iglesia. La ficción se organiza alrededor de Celie, que se convierte en la narradora y da su punto de vista. Además, el empleo de la voz en off permite hallazgos de síntesis rormidables, pues aportan una estilización e inventiva visual que aligeran la trama e intensifican o aligeran las emociones, según convenga.

Es una película que no teme al ridículo, que se atreve a jugar a fondo todas sus cartas. Por ejemplo, Spielberg busca raccords entre un concierto provocado por las goteras y otro situado en el continente africano y tocado con un rudimentario xilófono. Monta en paralelo un oficio religioso y un recital en la taberna, y logra fundirlos sirviéndose de las fórmulas de la planificación más clásica.

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