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FERIA DE SAN ISIDRO

El toro de Sevilla llega a Madrid

JOAQUÍN VIDAL, Los taurinos han logrado meter "el toro de Sevilla" en Madrid y ayer enseñoreó su ruina anatómica en el ruedo de Las Ventas. Los taurinos han puesto una pica en Flandes. El toro de Sevilla no es el que quiere la afición de Sevilla, sino el que quieren los taurinos, sólo que lo cuelan en Sevilla y responsabilizan a su afición. Los taurinos también dicen que la afición madrileña exige "elefantes con cuernos" y no admite toro cuyo peso baje de la media tonelá.

Evidentemente no dicen verdad. El sábado salieron en Madrid unos Torrealta que no llegaban a los 500 kilos y fueron la admiración, porque tenían trapío; ayer, en cambio, casi todos rebasaban esos 500 kilos, y la afición los protestó, porque ninguno lo tenía. Luego la afición de Madrid lo que exige es el toro de trapío -la media tonelá le trae sin cuidado-, y a la afición de Sevilla le ocurre lo mismo.

Moreno / Robles, O

Cano, EspartacoCuatro toros de Alonso Moreno, cuarto y quinto, sobreros de Manuel Gonzalez y Sánchez-Dalp. Escasos de trapío, fuerza y casta. Julio Robles: estocada corta atravesada, pinchazo hondo y seis descabellos (pitos); estocada corta atravesada y descabello (silencio). Ortega Cano: estocada corta baja (algunos pitos); cuatro pinchazos y cinco descabellos (pitos). Espartaco: estocada baja (oreja protestadísima); metisaca bajo (aplausos). Plaza de Las Ventas, 13 de mayo. Cuarta corrida de feria.

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La diferencia entre la afición sevillana y la madrileña es que aquella se calla y a ésta no hay quien la calle. Por eso los taurinos elogian tanto los famosos "silencios de la Maestranza". Con una plaza en silencio, cuela el toro de Sevilla, cuelan los manguitos, cuelan las orejas de regalo, y lo que se tercie. Ahora que han colado el toro de Sevilla, sólo les queda importar los silencios de la Maestranza.

Pero mientras consiguen el permiso de importación algo tendrán que hacer con la afición madrileña, que se ha puesto levantisca. Los torillos que ayer sacaban para las figuras en ciernes eran una auténtica provocación a su paciencia y un insulto a su sabiduría. Y se levantaba de los asientos encrespada, girando fernéticamente los brazos en molinillo, gritando su protesta hasta enronquecer. Bien harán los taurinos en deponer su actitud, o en otro caso corresponde que distribuyan entre la afición caramelos de menta.

Dos toros volvieron al corral, pero eso fue por tullidos. Así iba la tarde: además de toros de Sevilla, inválidos. A uno sin cara, manejable y distraidillo, Espartaco le ad ministró generosa ración de me diocres derechazos y le ligó pases de pecho, a la moda de Ojeda, componiendo un conjunto muleteril muy poco parecido con el toreo La orejita que el presidente le obsequió por eso atentaba contra el respeto que reclama la cátedra.

Julio Robles padecía derechacismo pernicioso y contagió a su compañeros. Cada vez que pegaba un derechazo, su primer toro se le escapaba a chiqueros, y en lugar de intentar encelarlo con otras suertes, seguía pegándole derechazos. No debía tener otros pases disponibles, pues al cuarto le pegó más derechazos. Ahora bien, los daba con la mano izquierda pegada a la cadera, que es postura cañí.

Ortega Cano recorrió el ruedo con el segundo y no encontró sitio donde hacerle faena; quizá estaba en el solar de al lado. Cuando salió el sobrero chiquitín ya le había contagiado Robles y se puso a pegar derechazos. Víctima también de la epidemia, Espartaco se los pegó al sexto, un colorao a medio camino entre el toro de Sevilla y el de Madrid; es decir, que era el de Córboba. La afición abandonó la plaza furiosa, diciendo aquello de "no vuelvo más". Pero vuelve. Hoy, a las siete, allí estará otra vez, para cerrar el paso al toro de Sevilla, al grito de "¡No pasarán!".

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