_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los misterios del empleo

LA RECIENTE comparecencia del ministro de Economía ante la Comisión de Economía del Congreso pone de manifiesto un problema estadístico que, de no aclararse pronto, amenaza con enterrar la credibilidad de los datos que el Gobierno maneja. Según la encuesta de población activa que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), el empleo en 1985 aumentó en 45.000 personas, cifra que se descompone en una disminución de 89.000 en el sector privado y en un aumento de 134.000 en el sector público entendido en sentido amplio. Sin embargo, esta últíma cifra, la del aumento en el sector público, es discutida por el Ministerio de Hacienda, que, sobre la. base de la evolución de las plantillas, asegura que en el Estado y en la Seguridad Social hubo una disminución de 38.000 funcionarios.¿A quién dar fe? Si intentamos conciliar las cifras del Ministerio de Hacienda y del Instituto Nacional de Estadística (INE), podría suponerse que la generación de empleo público se debe a las autonomías, ayuntamientos y empresas públicas. La consecuencia sería entonces (para llegar a esa cifra de 134.000 nuevos empleos que contabiliza el INE) que en dichas administraciones se crearon 172.000 puestos de trabajo, cifra bastante superior a la, propuesta por el propio INE, que estima el aumento de dichos colectivos en 117.500 personas. Faltan, en todo caso, con esta última contabilidad más de 50.000 empleados a la hora de pasar lista.

El hecho de que, en el mejor de los supuestos, falten 50.000 empleados en las cuentas pone en entredicho las repetidas tesis oficiales de que la crisis del empleo ha tocado fondo y de que al fin parece quebrarse la tendencia a la destrucción de puestos de trabajo en nuestra economía. Urge, pues, aclarar un problema cuyas dimensiones son bastante mayores de lo que a primera vista parece.

En primer lugar, por la actitud de la propia Administración, que, salvo honrosas excepciones, ha preferido mantener el silencio sobre un problema que era conocido por ésta desde hace más de un mes. La actitud de los responsables de estadística de algunas comunidades autónomas, que se han negado a facilitar los datos del número de funcionarios de sus propias comunidades, es sencillamente intolerable. Parece como si el oscurantismo estadístico fuera uno de los principios fundamentales sobre los que pretenden asentar su poder. Hace tiempo que debían haber presentado una primera estimación de sus ingresos y gastos en 1985; ahora resulta que ni tan siquiera están en condiciones de decir cuántos empleados figuran en sus nóminas. Y, sin embargo, tendrán que explicar algún día estas cosas si es que quieren que los ciudadanos continúen confiándoles su dinero.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

En cuanto a la Administración central, parece haber llegado el momento de que se tome en serio el problema de las estadísticas en nuestro país. El nivel de información que posee el ciudadano medio, en cuanto a la estadística económica se refiere, está muy por debajo del que dispone cualquier ciudadano de la Comunidad Económica Europea. Las estadísticas españolas son escasas, se publican con retraso y, como vemos ahora con una tan importante como la encuesta de población activa, pueden ser puestas en entredicho, al menos mientras no se aclare el embrollo actual. Por citar algunas carencias, no existen estimaciones trimestrales de contabilidad nacional, no existe una estimación medianamente fiable de la economía sumergida, las estadísticas de producción industrial se publican con un gran retraso, no existe una publicación regular que permita estimar el volumen del comercio exterior, y así sucesivamente. Se trata esencialmente de un problema de estructuras y de recursos. Desgraciadamente, no es posible afirmar que las cosas hayan ido a mejor en los últimos años; más bien al contrario. Y, sin embargo, un buen sistema estadístico es una de las circunstancias definidoras de la democracia, puesto que permite algo tan elemental como la transparencia y el control de las administraciones por parte de los administrados. Es hora de ir tomando conciencia, en la práctica, de estas realidades.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_