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La crisis sacude las instituciones mexicanas

El modelo nacionalista da la sensación de estar agotado

Pesimismo en las visiones y análisis de los intelectuales, perplejidad y falta de liderazgo en el presidente y en el Gobierno, y resignación fatalista caracterizan la situación en México, donde no se ven perspectivas para salir de una crisis que pone en tela de juicio hasta las instituciones políticas hasta ahora intocables. La revista mensual Nexos, al llegar a su número 100, lo dedicó al tema México mañana. Los artículos de diferentes autores dejan al lector con la sensación de que lo de mañana es un añadido retórico. Porque no hay solución para los males del país.

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Los ensayos publicados en Nexos constituyen un mapa de pesimismo. "El modelo nacionalista da muestras evidentes de estar agotado como propuesta capaz de agilizar nuevamente las fuerzas sociales necesarias para darle un impulso significativo. Más que actualizar el proyecto, el Estado ha logrado petrificarlo y convertirlo en objeto de museo", escribe Guillermo Bonxil.Héctor Aguilar Camin llega a la conclusión de que, "en los últimos años, el musgo de la vejez se ha ido sedimentando en los engranajes del Partido Revolucionario Institucional (PRI, que gobierna sin haber perdido nunca una elección importante en 57 años) y ya es una maleza, que puede volverse con el tiempo una selva que trague e invisibilice la pirámide, perono la ha devorado todavía".

Callejón sin salida

La crisis económica que azota a México, con una deuda externa próxima a los 100.000 millones de dólares (unos 14 billones de pesetas), una inflación que algunos expertos estiman en un 80%, una devaluación de la moneda que rebasó el cien por cien en el último año, la caída de los precios del petróleo y, por añadidura, las heridas todavía no restañadas del terremoto de septiembre producen una sensación general de callejón sin salida.

La propuesta oficial es casi nula: no se advierte una concepción del Gobierno para sacar a México de la crisis. Otro tanto ocurre con el factor personal, en un sistema político fuertemente presidencialista, donde se espera del jefe de Estado un permanente ejercicio de su capacidad de liderazgo. Aguilar Camin escribe que "la demagogia presidencial ha agotado en México su cuota histórica, y la abundancia queda atrás, en los años petroleros. La esencia social del presidencialismo mexicano parece, entonces, poco practicable o cada vez menos convincente en la sociedad mexicana estratificada y desigual de nuestros días".

Entré bastidores se habla de la preparación de un plan azteca, similar al aplicado en Argentina y Brasil, con un cambio de la moneda, para implantar el azteca, y congelación de precios y salarios. Este plan no parece viable hasta después del Mundial de fútbol y de la elección de gobernador de Chihuahua, donde, si hubiese juego limpio y ninguna alquimia, el PRI podría perder por primera vez una elección importante.

Mientras se llega a la toma de alguna decisión para arreglar algo la economía del país, el Gobierno y dirigentes del PRI, junto con los corifeos de una Prensa domesticada en su mayor parte, se dedican a buscar más allá de sus fronteras los chivos expiatorios de los males que aquejan a México. Las argumentaciones a base de sacar a relucir las insidias del extranjero y las extrañas maquinaciones y conciliábulos organizados contra México están a la orden del día y parecen más bien un intento de autoexculparse y autocomplacerse. Esta línea argumental alcanzará su punto culminante cuando, el próximo 6 de junio, la Prensa extranjera saque a relucir los casi inevitables fraudes electorales que se producirán en Chihuahua. La respuesta de los medios mexicanos al servicio del poder será la de denunciar la conjura internacional, sobre todo gringa, contra México. Al margen de esta argumentación chovinista, en la reflexión de los intelectuales, y también entre el pueblo, crece la conciencia de que instituciones antes sagradas, como la presidencia, han perdido gran parte de su prestigio y su carácter tabú.

Aguilar Camin escribe que "al presidente lo envuelven las sombras convergentes del desprestigio y la ineficacia". Y añade: "La reiterada idea de la monarquía sexenal mexicana sólo parece tener fuerza ahora para subrayar caricaturescamente los caprichos y ocurrencias bizarras de los presidentes. Perdida la magia, tienden a diluirse el respeto ritual, la credibilidad, el miedo y la esperanza que manan de la autoridad". El autor llega a la conclusión de que tanto el partido (PRI) como el presidente, "luego de varias décadas de aparente inmovilidad, han entrado a terreno inestable, al vértigo lento de la historia".

En el ámbito popular, el lenguaje no es tan elaborado y la crítica y los chistes alcanzan niveles inmisericordes. La desesperación e impotencia se palpan en México, donde el deterioro de la capacidad adquisitiva de los salarios alcanza niveles escandalosos. Desde el poder llegan las voces complacidas tras la manifestación del 1 de mayo y el desfile de centenares de miles de obreros bien controlados por la maquinaria sindical al servicio del aparato gubernamental. Sin embargo, se abre la duda de cómo podrá funcionar en el futuro la receta tradicional aplicada por el PRI. Hasta ahora, el llamado ogro filantrópico (el PRI) había conseguido eliminar las tensiones sociales con la tradicional política del palo y la zanahoria. Cuando parece que las zanahorias se han acabado, muchos temen que sólo quede el palo: el Gobierno ha anunciado la retirada de subvenciones a productos básicos en la alimentación de los mexicanos. El consumo de carne es algo utópico para millones de mexicanos desde hace algún tiempo, porque un kilo cuesta lo que se gana en un día. Ahora se ha empezado a apretar un poco más el tornillo y se retira la subvención a la tortilla de maíz, que se dispara en su precio.

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