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Chillida y Barceló destacan un "arte a la deriva" como vanguardia del futuro

El escultor vasco Eduardo Chillida, de 62 años, y el pintor mallorquín Miquel Barceló, de 29, coincidieron ayer al afirmar que un "arte a la deriva" será la vanguardia del futuro, durante una entrevista realizada por Radio El País desde el Palacio de Cristal del Retiro madrileño, con motivo de la muestra EL PAÍS, como es Chillida, que dijo haber sentido la indiferencia de mucha gente hacia su obra durante muchos años de su juventud, se refirió a los artistas como corredores solitarios de fondo. Barceló, cuya primera exposición se realizó el año de la muerte de Franco (1975), habló del artista como de un viajero que llega a la muerte habiendo impuesto muchos de sus errores.

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Era la tercera vez que Chillida y Barceló se encontraban y, pese a que, en principio, podría pensarse que la diferencia de edad los mantendría en posiciones muy diferentes, lo cierto es que en lo básico coincidieron y, fuera del estudio, Chillida llegó a definir al joven pintor como "el mejor del mundo de su generación. "Pienso que no se desvanecerá", dijo, "porque tiene inteligencia, es sensible y, sobre todo, ama la libertad".El debate, moderado por el crítico de arte de esté periódico, Francisco Calvo Serraller, sirvió para que los dos participantes hablasen de sus raíces. Chillida señaló que se considera un artista vasco y que nunca ha hecho esfuerzos para parecerlo. "Ni tampoco para ser, como creo que soy, un ciudadano del mundo", dijo.

Barceló se refirió a la insularidad Como "a algo que se siente en la piel". Dijo que ese sentimiento se convirtió muy pronto en una obsesión que le obligaba a abandonar la isla en la que nació. "La tradición que me guista. de Mallorca", señaló, "es la que habla de los contrabandistas y me hace verla como la puta del Mediterráneo. Es una isla a la deriva y ésa es la posición personal que quiero mantener en mi vida y en mi obra, ir a la deriva y ser infiel conmigo mismo, moverme, cambiar, traicionarme. Mallorca -lo ha hecho continuamente y en esto me siento identificado con ella".

Hablando de la situación actual del arte, Chillida puso en duda el término vanguardia, "ya que la vanguardia ahora son las vanguardias", dijo, "y a la vez están ocurriendo muchas cosas que hacen que uno de los mayores valores de esta época artística sea la multidireccionalidad. En las vanguardias históricas, por ejemplo, el cubismo o el superrealismo lo absorbían todo, y ahora no, porque se trata de correr tu propia aventura personal y comunicarte con la gente sin demasiada angustia. Creo que siempre uno debe dirigirse a sí mismo con la suposición de que lo que te hace vibrar puede conseguir lo mismo en los demás hombres".

Barceló fue radical al señalar el papel de los artistas jóvenes en el mundo de ahora. "Ejercemos de desertores permanentes", dijo, "y, aunque somos herederos de las últimas vanguardias, las de los años cincuenta y sesenta, lo somos en un sentido mimético. Yo puedo ser cubista durante 15 días y constructivista ruso los 15 siguientes. Entiendo la posición de los aritistas de ahora como en un viaje como, el del Wilhelm Meister, de Goethe, que acaba con la muerte. Durante él, el artista ha tratado de imponer sus propios errores, en este caso al mercado, pero insisto siempre que se trata de un viaje a la deriva".

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