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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Asenjo Barbieri, de las seguidillas a la gran musicología

La presentación ante los medios informativos especializados y buen número de músicos y musicólogos del primer volumen del denominado Legado Barbieri, celebrada el pasado martes, es fecha a señalar con una piedra blanca.En el momento que el director del Banco Exterior y de su fundación, Miguel Boyer, se refería a lo que esta aportación musicológica significa, se estaba cerrando un largo capítulo de frustraciones. Quizá a la mente del ex ministro vino la memoria de su abuelo,, Miguel Salvador, que fue tino de los creadores de la modernidad en la vida musical española.

Desde que vieron la luz los escritos de Felipe Pedrell se venía hablando de este legado y a él se refiere el musicólogo catalán en su Diccionario biográfico de 1897; si es cierto que no pocos se sirvieron de esos miles y miles de documentos, que guarda la Biblioteca Nacional, no parecía llegar el momento de su publicación ordenada y sistemática, lo que ha hecho ahora la Fundación Banco Exterior.

Trabajo paciente

Ha sido posible gracias al trabajo paciente, minucioso, entusiasmado, de Emilio Casares, catedrático de Musicología en la universidad de Oviedo, y su grupo, de colaboradores.

Adolfo Salazar y Eduardo Martínez Torner proyectaban esa publicación y pareció llegado el momento cuando, al. advenir la II República, se constituye la Junta Nacional de Música y Teatro Lírico, "perseguida con saña", yugulada posteriormente por carencia de presupuesto y la sustitución de todos sus componentes: los nombres de Falla, Turina, Esplá, Halffter, Pérez, Casas, Arbós, Del Campo y Guridi debieron ceder paso a los de Guerrero, Serrano, Alonso y Luna.

Excelente proyecto

En suma, el excelente proyecto de Adolfo Salazar, confeccionado, por cierto, no para la República, sino para uno de los últimos Gobiernos de la monarquía de Alfonso XIII, en el que era subsecretario de Instrucción Manuel García Morente, naufragó, y con él naufragaron todas las esperanzas de que España tuviera una política musical.

Barcelona, gracias al régimen autonómico catalán, continuó la labor musicológica iniciada por Anglés, Millet, Rumeu y otros, que daría lugar al posterior Instituto de Musicología, fundado en el año 1943.

Y en Madrid, eso sí, tuvimos -una vez más- brillantísimas versiones de El tambor de granaderos, Marina, La verbena y resurrecciones de La bruja o Jugar con fuego en unas campañas de teatro lírico que están por historiar.

En total: entre pleitos, denuncias, procesos y vaivenes político-artísticos, los papeles Barbieri naufragaron, y menos mal que el gran compositor e investigador -que sirvió a Marcelino Menéndez Pelayo toda la parte musical de sus Ideas estéticas- había dejado cuanto buscó, halló y guardó a lo largo de su vida de erudito al buen recaudo de la Biblioteca Nacional.

Fuente de datos

Así, ahora, una voluntad como la, de Casares y una mano protectora como la del Banco Exterior han hecho lo que parecía imposible y en nuestras manos tenemos un voluminoso tomo de casi 600 páginas (al que seguirá otro), auténtica fuente de datos cuya riqueza no la oscurece el hecho de que, lógicamente, haya artículos y nombres que han sido, después de Barbieri, detenidamente investigados y catalogados.

Pues si en realidad contamos con muy pocas revistas musicológicas (aunque la calidad de las de Madrid y Barcelona, así como la del Anuario, es con frecuencia incontestable), no es cierta la broma del director López Cobos de que la musicología sea entre nosotros "casi una ciencia oculta

Muchos esfuerzos y sacrificios ha costado, eso sí, pero la aportación musicológica española quizá supere a cualquier otra relacionada con el arte de los sonidos.

El Diccionario está enriquecido con un bello prólogo de Robert Stevenson, un largo y documentado ensayo del propio Casares sobre Barbieri y la historiografía de la música española y un índice de personas que, suponemos, será completado en el segundo tomo con la serie de índices habituales en publicaciones de tan rigurosa exigencia como la presente.

Nacionalismo musical

Francisco Asenjo Barbieri nos legó la gran lección, la posibilidad de ser al mismo. tiempo autor de Pan y toros y El barberillo de Lavapiés, piezas maestras en su género, y anticipación de nuestro nacionalismo musical (que desde hace mucho tiempo nadie confunde con la simple explotación de los datos folclóricos); erudito musicólogo e historiador y gran impulsor del naciente sinfonismo madrileño al frente de la Sociedad de Conciertos.

Cuando están apoyados en trabajos de tan larga validez universal como el Cancionero de palacio, el Legado o el descubrimiento ante el gran público del gran sinfonismo europeo, vengan en buena hora Pan y toros, tiranas, boleros y seguidillas, que por otra parte también son nuestra historia.

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