Playa Girón
También aquel fue un acto de legítima defensa, pero entonces, al parecer, se trataba de legítima defensa preventiva. El fracaso fue estrepitoso y playa Girón dio nombre a la victoria de la mayoría de un pueblo rechazando una invasión disfrazada de cruzada de liberación. 25 años han pasado y la efemérides no ha merecido el trato debido en los medios de comunicación españoles, salvo en televisión que le dedicó uno de los excelentes programas informativos de la mañana. Tal vez el motivo de la escasa conmemoración se deba a la obscena hegemonía de los hechos de Libia, uno de esos acontecimientos históricos difíciles de entender a la luz de la razón más convencional, si no se tiene en cuenta una cultura de la agresión que empieza cazando apaches y termina bombardeando desiertos libios, digan lo que digan los pusilánimes, canijos, bajitos y mariquitas del poblado, reunidos en la parroquia para pedir prudencia y sanciones económicas. Sólo Margaret Thatcher y Fraga Iribarne han respaldado a ciegas una fanfarronada histórica tan insensata como peligrosa, que de muestra que la maldad empeora con el aderezo de la chulería. Pero Margaret Thatcher lo ha hecho a cambio de comisiones pasadas y futuras y en cambio Fraga Iribarne lo ha hecho gratis, porque se lo pide el cuerpo, porque le sale de esa democracia orgánica que lleva dentro y fuera, allí, justamente allí donde se debe llevar la democracia orgánica. Playa Girón y el golfo de Sirte. El eterno retorno. Y en la retaguardia de esta posible historia comparada, aún queda esa Nicaragua que un día u otro puede ser invadida en nombre de la razón suprema de una legítima defensa más legítima que la legítima defensa de los nicaragüenses. Legítimas defensas. Obediencias ciegas. La miseria del lenguaje capaz de dar un toque humano a la brutalidad del más chulo. Y, sin embargo, la lección de playa Girón hace 25 años demuestra que no hay enemigo pequeño, sobre todo para los agresores prepotentes. Lástima que no escarmienten en cabeza propia, sino en la nuestra. Nosotros nos hemos quedado acobardados y desoríentados recogiendo los platos rotos.
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