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En los bajos fondos

Mientras no exista una buena biografía de Jean Genet será muy dificil saber qué es lo biográfico y qué lo inventado en su famosa novela Diario de un ladrón. Cuando hace ahora algo más de un año, El Noticiero intentó conseguir información sobre el paso de Genet por una comisaría barcelonesa en los años 1932-33, que es cuando el escritor estuvo en nuestra ciudad, la policía no pudo dar respuesta alguna por no existir constancia en los archivos.El Barrio Chino, como bajos fondos de Barcelona, no obstante, fue sin duda el principal escenario de sus correrías, como puede comprobar cualquiera que lea esa fascinante novela. Choca, desde luego, el hecho de que la mayoría de los compañeros del protragonista no sean ni barceloneses ni españoles. Los ambientes son reales, pero los personajes y las experiencias pueden haber sido implantados desde cualesquiera otros bajos fondos de, Francia o del norte africano.

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Uno puede preguntarse, sin embargo, si la mezcla complacida de homosexualidad con el latrocinio y la traición, característica de la novela, se dan en nuestro Barrio Chino. Aunque este barrio resulta ser más hospitalario, por provinciano, que otros equivalentes de París, Marsella, Nueva York o Londres, lo cierto es que, si debo hablar por mi experiencia, he conocido algún caso semejante y con semejante tendencia a embellecer la sordidez. Recuerdo, por ejemplo, a un pobre hombre, mongólico, pequeño, medio limpiabotas, que se exaltaba explicando en sus borracheras sus hazañas de homosexual asustado y de traidor inteligente, hace ahora unos 15 años. La diferencia entre hombres como este y Genet estaría en que, aquéllos ansían desesperadamente su reinserción en la sociedad de orden, sobre todo si entran por la puerta grande del cine nortamericano, mientras que Genet montó su obra como negación radical a la sociedad do: minada por los valores burgueses.

Ciertamente, la verdad o no de lo que cuenta Genet en esta novela es más que secundario. Lo que importa es la novela, en cuanto creación literaria, y su "mensaje" radicalmente inconformista. Podemos dudar desde luego, de que sea acertada la perspectiva sociológica de Genet, pero, como mínimo, tendremos que aceptar que la tendencia del escritor francés a ver hermosa la miseria no parece imposible en ese mundo de los bajos fondos. Encontrar bella a una mujer vieja y destruida, o encantadora la hediondez de un callejón o de una taberna, no se presentan allí como infrecuentes, sobre todo si se tiene en cuenta que los valores implicados son distintos a los de la sociedad: un rostro deshecho puede transpirar valores morales de solidaridad o de simpatía, que son interpretados como belleza, y esto no es un despropósito.

Mitología

Pienso que Genet, como otros franceses, encontró en el escenario barcelonés del Barrio Chino un buen marco mitificado y seleccionado como tal aunque en aquellos años 1932-33 Genet no pensase aún en la literatura. El Barrio Chino poseía cierto prestigio en Europa y tenía las ventajas de no ser peligroso y de ser extranjero; de ser, además, español, con la mitología que esto supone para un francés. Mientras, un burgués catalán soñaba en las noches de París o, a falta de otra cosa, en las noches del mismo Barrio Chino, como puede verse por ejemplo, en Vida privada de Josep Maria de Sagarra, de los mismos años de la visita de Genet.

Por otra parte, en mi opinión, la influencia de Sartre sobre Genet es mucho mayor de lo que se suele conceder por lo general. Al recibir anteayer la noticia de la muerte de Simone de Beauvoir, me acordé de lo mucho que debemos a esta gran intelectual en el conocimiento de muchas cosas, por ejemplo, de la vida de los principales representantes del existencialismo parisino. En 1944, Cocteau presentó a Genet a este círculo, cuando Genet había escrito solamente NotreDame des Fleurs en la cárcel, y pocos días antes del estreno de A puerta cerrada, de Sartre. La influencia de esta pieza teatral en el teatro de Genet (y de otros dramaturgos) es impresionante. Ahora bien: muchos de los grandes temas de Genet, incluidos la voluntad de mirar la náusea cara a cara, el gusto por la porquería, la tendencia al mal, el hallazgo de la libertad en la propia esclavitud, etcétera, son específicamente sartrianos, y por ello Sartre pudo escribir un estudio en toda profundidad dedicado al escritor marginado bajo el paradójico y exacto título de San Genet, comediante y mártir.

Creo que Sartre le dio a Genet el marco filosófico para interpretar sus propias experiencias de homosexual y marginado, así como las del cambio de personalidad tan frecuentes en el teatro genetiano. Lo cual no quiere decir que Jean Genet no tuviese el genio de la creación, o que no fuese originalidad. Sus obras están ahí para demostrarlo, y no son pocas. Pero sí pienso que Sartre terminó de infundirle, con su filosofía, con sus obras literarias y con su propia actuación el valor necesario para sumergirse en el mundo de sus experiencias pasadas, como la de Barcelona, asumiendo sus vicios y sus crímenes con una radicalidad impensable en un marginado ingenuo. Genet, en todo caso, quedó prácticamente mudo para siempre al leer el libro en que Sartre le desnudaba con tanta sabiduría. Quizá porque Sartre desnudaba su propia obra. Una obra que asombró al propio Pigmalion por su radicalidad, por su vitalidad y por su belleza literaria.

Josep Maria Carandell es escritor.

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