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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un intento frustrado

El escenario está partido en dos: arriba, Ramoncín y sus músicos con luces de discoteca y decibelios a chorro libre, una gasolinera, una carretera, una casa donde transcurre la acción de Negro seco. No se comunican nunca, no tienen relación -a no ser vagas alusiones de texto forzadas- y no se sabe por qué se superponen. A no ser que se utilice la marca de Ramoncín paro llevar público a lo que se sospecha que por sí mismo no lo tendría. O para hacer un signo de identificación de que la obra tiene alguna identidad con lo que ha supuesto el rock de Ramoncín.La obra en sí es otro intento de traducción de lenguajes gráficos y de mitos de juventud al teatro. Sexo y violencia. El sexo, moderado, relatado, infantilizado. La violencia, disminuida por la falta de preparación física de los actores. Los actores, por mucho que se haga y por excelentes que sean, nunca van a poder traducir los movimientos de los personajes dibujados del comic porque sus cuerpos son de verdad; es otro arte. Por atrevidos y bellos que sean sus trajes, lo que hay bajo ellos es una osatura, y no unas líneas dibujadas. Lo que dicen no está escrito en nubecillas, sino que requiere voces, acentos, dicción: otro arte, también. Y aquí no está. El agumento, tenue e inútil, da origen a los tipos de la historieta: los feroces asesinos del pantano, su cazador, el hombre manco de la gasolinera que habla con un espíritu materializado en una banqueta. Y a algunos parlamentos. Por ejemplo, el pornográfico: la autora no tiene más ocurrencia que la de contar la escena de la niña vestida de colegiala, el jardinero negro y el hombre que va de uno a otro. Por muy decidido y claro que sea su vocabulario, cosas así se ven realmente en las películas de las salas X y parecen tópicos.

Negro seco

De Marisa Ares. Intérpretes: Luis Suárez, Gracia Lleó, Harold Zúñiga, Rafael Díaz, Emma Suárez, Margarita Lascoiti, Juana Cordero, David Urmeneta, Laura Cepeda, Ramoncín, Juan Matute. Canciones de Ramoncín. Escenografía: Gregorio Esteban. Vestuario: Pepe Rubio. Dirección: Guillermo Heras. Producción del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas. Estreno: Sala Olimpia, 2 de marzo de 1986.

La consecuencia de todo ello es un espectáculo frío, que acude a todos los recursos para no serlo, a todas las transgresiones para impresionar y que no comunica. Las dos horas sin interrupción se les hacen eternas a los espectadores. Es hasta doloroso ver cómo terminan las canciones de Ramoncín sin un solo aplauso. No es su culpa: tiene la misma inspiración y el mismo entusiasmo de siempre, pero está fuera de su ámbito. Es de desear que en días sucesivos haya un público que vaya atraído por él y se salve de la glaciación que produce la obra. No deja de ser interesante en estas recientes pruebas teatrales que los espectadores tengan mayor juicio crítico por las obras que el que han tenido las autoridades teatrales que las han elegido, patrocinado y emitido.

La escenografía ofrece un buen espacio: un cielo lejano como el de París, Texas; un armazón metálico, una acumulación de objetos y elementos sugerentes. Queda dicha la excelencia de los figurines de Pepe Rubio. Es decir, todo aquello que supone una transcripción plástica de la mitología juvenil es válido. No así la humana ni la literaria. Los actores y actrices no funcionan, y Guillermo Heras, director, no ha arrancado de ellos los valores que probablemente eran imposibles; no ayuda a la nueva autora suficientemente.

La levedad de los aplausos finales, a los que se sumó alguna pequeña protesta que había ido acumulándose en la última media hora, no permitió que saliera a saludar la autora, el director ni nadie más que los actores.

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