'Mi oscar'
William Hurst, colega, mi más sincera enhorabuena. Te llevas mi oscar a tu casa y te felicito sin rencor sin envidia. He visto tu Molinita y lo he sentido tan cercano, tan como si fuera el mío, que me pongo así de gordo y feliz por tu, por mi oscar. Aunque, claro, a ti la dorada máscara de tío oscar podrá contemplarte y estimularte desde un rincón de tu estudio y yo tendré que salir ahora mismo a buscar una mala copia en escayola, para colocarla entre mis premios caseros.Pero pienso en seguida en lo que habrás pasado, sobre todo estos últimos días, esta misma noche. Y recuerdo cómo estaba yo en fechas como éstas del año ochenta y uno, en vísperas del estreno teatral de El beso de la mujer araña. Así que han pasado cinco años... Y la presencia de la lucha, de la zozobra, del riesgo, de la imposibilidad de meterse en la piel del Molina que un día creó Manuel Puig, se agolpa de repente en mis venas. Y todas las piezas de la historia, tan bien guardadas en ese imprevisible archivo que es la memoria de cada uno, empiezan a buscar su lugar en el sol. Me imagino ya la sorpresa y la alegría di los que hicisteis la película por haber llegado a tan brillantes finales. Antes fue el éxito en Nueva York.
Y, antes aún, el premio que tuviste en Cannes. Que también me llenó de gozo compartido. Pero, aunque Cannes es el prestigio, la qualité, algo hermoso, sí, otros actores españoles han sido ya premiados en el festival. Y mi oscar, ese, sólo lo tenemos nosotros. Como dijo en TV la impresionante Kathleen Turner, después de dudar un pelín y con una mueca graciosilla que la hacía más asequible: ¡prefiero un oscar!
Bueno, pues tampoco los que hicimos posible El beso de la mujer araña en un escenario, José Luis García Sánchez, Juan Diego y yo, pensamos ni poco ni mucho en que íbamos a conseguir eso que se llama éxito. Y, menos aún, dinero (cosa todavía más insólita en el teatro). Más de tres meses estuvimos trabajando la dramaturgia del texto, encerrados en mi casa, esperando ansiosos los folios que Puig nos iba mandando desde Río. Eso sin contar el tiempo anterior, desde que una tarde, en Nueva York, tomando el té en la Quinta Avenida, casi en la mesa, de Paulette Godard, yo empecé a convencer a Manuel de que adaptase su novela para el teatro hasta que me encontré con el papel envenenado de Molina entre mis manos. Manos, ¿cómo colocarlas? Piernas, bien juntitas. Pies, "ingrávidos y gentiles como pompas de jabón". Y viéndote en la pantalla, Billy (llámame Pepe), pienso que tu construcción interior y exterior del personaje la has hecho como la hice yo: observando a la mujer, poniéndose en su lugar. Era fácil hacer la "loca" de chiste. Pero, como ha dicho el guionista de la película, Leonard Schrader, "Molina es uno de los grandes personajes de la literatura". Lástima que Burt Lancaster, que fue el primer actor interesado en el proyecto de Héctor Babenco, contara con omnipotentes dólares y yo sólo con unas pocas pesetillas.
Pero eso es otra historia. En este glorioso momento, mi enhorabuena a todos.. Y a ti, colega Billy, te repito con amor: ¡Que seas muy feliz con mi oscar!
Pepe Martín es actor e interpretó en España el personaje de El beso de la mujer araña por el que William Hurst ha ganado el oscar.
Babelia
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