Un primer ministro accesible y directo
Frente a la imagen de dureza que aparentemente tiene Jacques Chirac, su trato personal es de una corrección y amabilidad poco habituales en los políticos de su nivel. Las experiencias profesionales, bilaterales, que en varias ocasiones he tenido con el nuevo primer ministro francés han sido siempre ejemplares;. nunca rechazó una pregunta y siempre respondió abiertamente. No ocurre igual, ni mucho menos, con el resto de las primeras figuras del elenco político parisiense.En tres ocasiones diversas, durante los últimos ocho años, Chirac encaró honestamente las preguntas que le expuso EL PAÍS y nunca jamás volvió a interesarse por lo que yo pudiera escribir o no.
El caso de Chirac es casi único en el firmamento de las estrellas de la política francesa. El presidente François Mitterrand practica un estilo similar, aunque es incapaz de contener totalmente: una cierta antipatía que respira, su personaje, sobre todo cuando su interlocutor habla con un acento extranjero que a él no le va.
Valéry Giscard d'Estaing vivió su experiencia presidencial respecto a la Prensa algo así como si disfrutara unas vacaciones en otra galaxia. La única entrevista en la que participé, con preguntas por escrito de antemano, me fue devuelta con sólo seis cuestiones respondidas; en ese momento intervino personalmente el director de EL PAIS y le hizo saber a Giscard que la respuesta a esas cinco preguntas, o una explicación coherente, eran imprescindibles para la publicación de la entrevista en vísperas de su viaje a España.
Las dos experiencias más humillantes en este terreno me las han hecho vivir dos líderes aún vigentes, pero en declive: el ex primer ministro socialista Pierre Mauroy y el secretario general del Partido Comunista, Georges Marchais. Los dos me exigieron cuestionarios antes de verles y sus colaboradores se encargaron de explotar mi buena voluntad un día y otro hasta que rehice nuevas preguntas.
Quizá el acto cultural de más envergadura realizado por el ex ministro socialista Jack Lang me lo hizo compartir un día, hace tres años, en la alcaldía de Lille: como no era posible otra oportunidad, y para escapar del gentío, me cogió por el brazo y me llevó hasta los servicios, donde pudimos dialogar libremente un cuarto de hora.
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