La renovación del PCUS se ha quedado a mitad de camino
¿Es una decepción? Muchos observadores están sorprendidos ante el examen de los resultados de las elecciones que han clausurado el 27º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Todos habían previsto una importante renovación del comité central y de otros organismos dirigentes del partido, y este cambio ha sido, en efecto, ampliamente superior al que se efectuó en los tiempos de Leonid Breznev. Pero se esperaba algo más, y la impresión es que la renovación del PCUS se ha quedado a mitad de camino.
El mantenimiento de ciertas personalidades típicas del régimen brezneviano es algo sorprendente: cuando se jubila oficialmente a alguien, aunque ello se haga rindiéndole todos los honores propios de los servicios que ha prestado, no parece normal que la misma persona vuelva a ser reelegida en el congreso siguiente. Pase el caso de Tijonov, el jefe del Gobierno de Breznev, que fue destituido el pasado mes de octubre, o incluso el de algunos grandes jefes militares a quienes su estatuto dispensa de la jubilación, como es el caso del almirante Gorchkov. Pero es menos comprensible la reelección de un hombre como Baibakov, el inamovible presidente del Gosplan, al que ya Jruschov había intentado desplazar y quien simboliza, más que nadie, lo inadecuado de la planificación soviética de: cara a esta aceleración del progreso científico y técnico que constituye la nueva consigna dominante.Ésta y otras anomalías explican sin duda por qué el balance global de los cambios -tal y como se resume en el cuadro adjunto- no es impresionante.
El número relativamente más importante de trabajadores de choque y de koljosianos de elite que han sido elegidos para el parlamento del partido -cuyos datos biográficos son incompletos- impide por ahora hacer un recuento exacto de las edades en este nivel, si bien es claro que su incorporación refuerza, sin duda, aunque de forma un poco artificial, el rejuvenecimiento y la feminización deseados por Gorbachov. Pero los personajes más ancianos y más conocidos siguen ocupando la parte delantera del escenario entre los Miembros titulares del Comité Central, el número de septuagenarios ha bajado sólo de forma moderada e incluso ha aumentado el de los octogenarios, al pasar de cuatro en el último congreso brezneviano a los seis que hay actualmente; y en total, las personalidades de más de 50 años ocupan 240 escaños de miembros titulares, es decir, el 78% de estos cargos.
No hay nada de revolucionario en lo que se refiere a la renovación global. Es cierto que ahora hay 125 nuevos titulares frente a los 82 que se contabilizaron con ocasión de la elección precedente, en marzo de 1981. También es verdad que, en términos porcentuales, la tasa de renovaciones ha aumentado incluso más, debido a que el nuevo equipo dirigente ha decidido, por primera vez desde los tiempos de Stalin, reducir el número de integrantes del parlamento del partido: el número de titulares ha pasado de 320 a 307. Sin embargo, el total, incluidos los suplentes y los miembros de la comisión de revisión, ha experimentado un ligero aumento, ya que ha pasado a 560 personas frente a 545 hace cinco años.
A través de las sucesivas ampliaciones del Comité Central, Breznev intentó camuflar la extraordinaria estabilidad del núcleo de dirigentes que, por ejemplo, entre 1976 y 1981, conservaron sus puestos, en un 80% de los casos. Aplicando el mismo cálculo, el porcentaje de miembros del comité de 1981 que han sido ahora reelegidos desciende hasta el 60%, lo que no está tan mal, sobre todo si se suman a este bloque, como parece justo, los 23 suplentes que -sobre el total de 134 que había en 1981-, han sido promovidos a titulares. Los porcentajes de renovación en el grupo de suplentes -segundo elemento de la nomenklatura- siguen siendo parecidos a los registrados en los tiempos de Breznev, ya que se pasa del 60% al 66% de nuevos nombramientos.
Por lo que se refiere a la distribución por funciones de los escaños del parlamento del partido, ésta sigue determinada por las reglas inmutables del aparato, y los cambios aquí son apenas perceptibles. El grueso de las filas se halla constituido, como de costumbre, por los apparatchiks del centro y de la provincia, especialmente por los 110 primeros secretarios de regiones -sobre un total de 160 regiones-, aproximadamente el mismo número de hace cinco años. Los nuevos ministros que han sido nombrados durante los últimos años ocupan los escaños de sus antecesores, lo que imprime a este segundo bloque las mismas proporciones que tenía en los tiempos de Breznev. Los diplomáticos ocupan un total de 25 escaños, pero también ahí se conserva el statu quo respecto al pasado, puesto que ya se contaban 20 embajadores y otros cinco representantes del MID (Ministerio de Asuntos Exteriores) en el Comité Central y la comisión de revisión de 1981.
Los únicos cambios se refieren a los militares, que suman sólo 35, y cuya representación ha experimentado un ligero descenso respecto a la que tenían en 1981 (41), lo que refleja, quizás, una disminución de su peso institucional, ya constatada en la cúspide de la jerarquía (se sabe que el mariscal Sokolov, ministro de Defensa, ocupará una posición de subordinado miembro suplente del Politburó, contrariamente a lo que ocurría con sus antecesores desde los años setenta). La diferencia ha sido colmada, en parte, por el KGB, que ahora ocupa cuatro escaños de titulares (entre los que figura Chebrikov, presidente de la institución y miembro del Politburó) y uno de suplente, frente a los tres -todos ellos titulares- que le correspondían hace cinco años.
Para deducir la existencia de importantes cambios o una reorientación de las prioridades del régimen, se hubiera necesitado algo más. El congreso ha hecho balance de los considerables relevos personales efectuados desde hace un año, pero, pensándolo bien, no ha logrado sino un jalón intermedio hacia el rejuvenecimiento.
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