Por la paz y la neutralidad, OTAN no
El Gobierno socialista, carece de argumentos en favor de la permanencia de España en la Alianza Atlántica, según asegura el autor de este artículo a partir de la retórica utilizada en la propaganda favorable al voto afirmativo. Sus argumentos, por contra, son todos periféricos y no tocan el meollo de la cuestión, las supuestas ventajas de la OTAN sobre una política de paz y de neutralidad.
Carlos Otamendi pertenece a la comisión de portavoces de la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP) para la campaña del referéndum
Salón de actos de la Caja Postal. Madrid, 3 y 4 de marzo.
Hasta hace poco eran posibles todas las conjeturas sobre el arsenal de argumentos que se reservaba el Gobierno para defender la permanencia en la OTAN. Hoy, en la recta final hacia el referéndum, se ha podido comprobar que Felipe González carece de argumentos en favor de la OTAN.No hay en la propaganda del Gobierno mucho más que una retórica periférica: no va al grano, no responde a las objeciones de quienes propugnamos el no a la OTAN, trata de descalificar a sus oponentes, se sale por la tangente. ¿No declaraba hace unos días el presidente del Gobierno que lo que está en juego es si deseamos o no pertenecer a Europa, como si tamaña cuestión geográfica y cultural pudiera ser zanjada por una consulta popular?
El Gobierno parece consciente de que en dos o tres semanas no va a lograr lo que no ha conseguido en tres años: demostrar la bondad de la OTAN. Y, partiendo de esa convicción, concentra su argumentación en.
1. Evocarlas supuestas consecuencias negativas que tendría la salida de la OTAN, buscando así un voto del miedo, no partidario de la OTAN, pero víctima de un temor a unos males imprecisamente definidos.
2. Desnaturalizar él significado del no, con la esperanza de llevar a algunas de las gentes contrarias a la OTAN hacia la abstención o incluso el sí.
3. Desautorizar la neutralidad, haciendo uso de una demagogia ramplona cargada de mala fe y de ignorancia.
Felipe González repite que no quiere asustar a nadie, pero a renglón seguido trae a colación la crisis de confianza que generaría en los países aliados la salida del Estado español de la OTAN. Las exportaciones a esos países podrían disminuir, añade, a la vez que podría verse entorpecida la importación de tecnología.
Campo de la libertad
He aquí al campo de la libertad, al club internacional de la democracia convertido en un amenazador grupo de presión, capaz de chantajear de tal forma a quien desea abandonarlo. Curiosa solidaridad la que se nos pide, fundada en la coacción de tan amantísimos socios.Pero es que además, la pertenencia o no pertenencia a la OTAN no parece que vaya a alterar el funcionamiento ordinario del mercado capitalista europeo. Ni estar dentro va a propiciar un desarrollo económico esplendoroso (¿no llevan Grecia, Portugal y Turquía más de 30 años en la OTAN sin que ello les haya incorporado a la categoría de países desarrollados económicamente?), ni estar fuera, va a aliminar la afanosa búsqueda de buenos negocios que, mientras no se pruebe lo contrario, es la que mueve el mercado internacional (¿no se dirige a la Comunidad Económica Europea el 47,7% de las exportaciones de Suecia o el 68,6% de las de Irlanda, países ambos que no forman parte de la OTAN, mientras que un 49,1% de las españolas tienen ese destino?).
Por otro lado, resulta sarcástico presentar a las multinacionales, norteamericanas o europeas como unas hermanitas de la caridad: si han venido invirtiendo como lo han hecho en el Estado español se debe exclusivamente a las facilidades que han encontrado para hacerlo.
Los dirigentes del PSOE pretenden también que votar sí a la OTAN abre paso a una situación de mayor independencia, mientras que el voto negativo acentuaría el estado de dependencia hacia Estados Unidos.
Esta pretensión apenas es algo más que un recurso demagógico. En los términos mismos en los que el Gobierno presenta la consulta, las relaciones de dependencia Militar con Estados Unidos no se ven alteradas. No se propone denunciar el acuerdo bilateral y poner término a las bases. El instrumento de la dependencia seguirá en pie. Todo lo más se negociará -la suspicacia popular, a juzgar por los sondeos, duda del cumplimiento de tal promesa- el volumen de las fuerzas norteamericanas. De manera que el Gobierno no se encamina hacia la sustitución de un mecanismo de vinculación por otro, sino a la duplicación de los mecanismos de dependencia, uno mas directo y otro menos directo.
Grosera falacia
Es asimismo una grosera falacia afirmar que quienes votaremos no preferimos una vuelta a la situación de hace ocho o 10 años, como gusta decir Felipe González. Al Gobierno no se le escapa que, en la conciencia popular, la oposición a la OTAN está íntimamente unida a un empeño neutralista. Hasta ahora no se han detectado sectores significativos de la opinión pública que estén en contra de la OTAN y a favor de las bases. Se registra, por el contrario, la presencia de una fuerte corriente opuesta tanto a la pertenencia del Estado español, a la OTAN como al mantenimiento del convenio bilateral con Estados Unidos. Para todas estas gentes, salir de la OTAN no es el punto de llegada, sino el de partida. Tras la OTAN tiene que llegarles el turno a las bases.Por lo demás, si el Gobierno quisiera recoger un pronunciamiento de la población sobre las bases, debería haberlo planteado así, con claridad, en la pregunta del referéndum. Pero no lo ha hecho. Que no pretenda ahora deducir de un posible triunfo del no que ha habido una toma de posición mayoritaria favorable a las bases.
La neutralidad, ampliamente defendida por el PSOE hace bien poco tiempo, es hoy puesta en la picota. "Sería muy cara", se dice, aduciendo con aplomo que los gastos de defensa se multiplicarían por dos (o por tres, tanto da). Prueba definitiva: los gastos del que más gasta: Suecia. Otras veces se sugiere simplemente que la neutralidad es impracticable, puesto que, el Estado español no es neutral desde 1953. Para el Gobierno socialista al parecer, sólo es posible lo que es, como para todos los buenos partidos conservadores. Pero donde el Gobierno tropieza en hueso es en aquel aspecto que más ha calado en la opinión pública: la OTAN y los acuerdos con Estados Unidos nos convierten en parte de una guerra que no hemos elegido y que no queremos, y nos ponen en el punto de mira de los misiles nucleares del bando contrario. La neutralidad es la única puerta de salida de este infernal recinto del terror nuclear.
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