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EL ASESINATO DEL PRIMER MINISTRO SUECO

Un hombre que quería ser don Quijote

Su imagen sosteniendo una hucha con la que pedía fondos para la lucha antifranquista ocupó la primera página de muchos diarios españoles. Era el año 1975 y los últimos estertores del franquismo acababan con la vida de cinco jóvenes, dos militantes de ETA y tres del FRAP. Olof Palme era entonces primer ministro del Gobierne, socialdemócrata sueco y aquél no había sido el único gesto de solidaridad con países dominados por dictaduras. El régimen se ocupó de difundir que recogía dinero para los terroristas, pero las 18.000 pesetas recaudadas en menos de una hora sirvieron, sobre todo, para hacer llegar al mundo la lucha que desarrollaba el pueblo español por la democracia.Sus cargos en el Gobierno no le impidieron tomar postura a favor de las libertades de los pueblos, aunque algunas de sus decisiones le acarrearan las críticas de sus adversarios y el malestar de sus propios compañeros. Muchos no le perdonaron que, cuando más encarnizada era la guerra de Vietnam, Palme encabezara las frecuentes manifestaciones frente a la Embajada de Estados Unidos en Estocolmo. Años más tarde, en 1982, el entonces vicepresidente norteamericano, George Bush tuvo que admitir durante una visita a Suecia: "Ustedes estaban en lo cierto; nosotros estábamos equivocados". Dicen que una sonrisa irónica cruzó por los labios de Palme. Él había acogido en su país, contra otras opiniones a los desertores norteamericanos de Vietnam.

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Aplicó en su propio país lo que defendía para otros. Durante su mandato, los 500.000 inmigrantes gozaron, por primera vez, de los mismos derechos que los suecos y pudieron ejercer el voto.

Nacido en 1927 en el seno de una familia de la pequeña burguesía de Estocolmo, tenía tres hijos de su matrimonio con Lisbeth Beck Friis. Su vida estuvo prácticamente dedicada al partido socialdemócrata desde que, recién cumplidos los 20 años, asumiera la dirección de la juventud socialista. En 1969 se convirtió en el presidente de su partido y en el primer ministro más joven de Europa.

Olof Palme confesaba que a él le gustaba más estar en el poder que fuera: "Es mejor actuar" Pero entendía el poder de forma muy peculiar. "La democracia", decía en 1976, en vísperas del congreso del PSOE, "significa una cosa: poder del pueblo".

El valor de la paciencia

Había sido ministro sin cartera de 1963 a 1965, ministro de Comunicaciones de 1965 a 1967 y de Cultura de 1967 a 1969. En 1976 fue derrotado y se mantuvo en la oposición hasta octubre de 1982 fecha en la que fue reelegido. Durante esos años practicó un viejo proverbio que Palme había visto reproducido en un hotel de Teherán: "El mayor valor es la paciencia".Su obsesión era conseguir una zona desnuclearizada en el centro de Europa, aunque comprendiera que muchas de sus propuestas -eliminar las armas nucleares tácticas, suspender la instalación de nuevos misiles en Europa y potenciar la negociación del desarme- podían ser calificadas de quijotescas. Pero, precisamente, a Palme le gustaba que le compararan con don Quijote. Su viejo amigo Felipe González le regaló al cumplir sus 50 años, una copia del Quijote. Al hablar del hidalgo manchego, Palme lo definía como "un personaje obstinado, tozudo, movido por una idea. Así hay que ser en la lucha por la paz".

Su sentido irónico -mordaz con sus adversarios- le hacía contemplar su propia actividad política con un cierto distanciamiento, tal vez porque aplicó al ejercicio del poder su filosofía personal: "Alguien ha incitado a los hombres a pensar sobre todo en hacer las cosas en beneficio propio. Nuestra respuesta debe ser: no pienses sólo en lo que puedas hacer por tí; piensa también en lo que los hombres podemos hacer unos por otros". En su vida política, Palme fue consecuente con estas palabras.

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