Miles de personas aclaman en Manila a los acuartelados
ENVIADO ESPECIAL, "Ramos, Ramos, Ramos", gritaron miles de personas frente a las rejas del edificio de Camp Craner que hace de sede del mando de las fuerzas militares del área de Metro-Manila, cuando la verja se abrió para dejar paso a una docena de soldados, fusil ametrallador en alto, que escoltaban al general Fidel Ramos, convertido en líder espontáneo de la revolución pacífica del pueblo filipino.
"Quiero decir al presidente y al general Ver", dijo Ramos, subido en el techo de un jeep y rodeado de fotógrafos y cámaras de televisión, "que no estamos dando ningún golpe militar. Sólo estamos apoyando la solidaridad del poder del pueblo que votó por la democracia".
Los aplausos, las manos con el pulgar y el índice en forma de L, símbolo de triunfo para los seguidores de Aquino, aclamaban al general. "Pido al poder del pueblo el soporte moral", dijo Ramos, antes de entrar otra vez en el cuartel.
Los crucifijos en alto y las banderas amarillas, rojas y negras, se fundían en la entrada de Camp Aguinaldo, donde el ministro de Defensa, Juan Ponce Enrile, estaba también acuartelado en coordinación con la acción del general Ramos, comandante en funciones del alto mando militar de las fuerzas armadas filipinas.
Un orador iba informando a los manifestantes, a través de un megáfono, de las noticias que difundía Radio Veritas, la voz de la Iglesia católica, única que seguía paso a paso la revuelta de los militares reformistas, del pueblo filipino que votó a Cory Aquino y de la Iglesia católica sobre el desarrollo de los acontecimientos. Eran los dos de la madrugada en Manila.
El orador utilizaba como tribuna cinco sacos de arroz, muestra del envío de alimentos, tabacos y fruta que el pueblo filipino aportaba a los militares acuartelados y que se habían solidarizado con el ministro de Defensa y el general Ramos, en contra de la dictadura de Ferdinand Marcos.
"Gracias por seguir mi llamamiento de apoyo a mis amigos (Enrile y Ramos) y que Dios os bendiga y que bendiga a Radio Veritas por informaros". La voz difundida por la radio no era la de un revolucionario de la guerrilla comunista. Era la voz del cardenal Jaime Sin, arzobispo de Manila, difundida a través de Radio Veritas.
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