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El arzobispo de Palermo, antiguo fustigador de la Cosa Nostra, se niega ahora a hablar de ella

Juan Arias

Le llaman ya el arrepentido al revés porque -al contrario de algunos mafiosos que se han convertido a la justicia y han desenmascarado la gran serpiente de la Mafia- el arzobispo de Palermo, cardenal Salvatore Pappalardo, ha pasado de fustigar el cáncer siciliano a negarse a hablar sobre él.El semanal L'Espresso, a través de la pluma del agudo escritor Gianpaolo Pansa, escribe: "¿Qué es lo que le pasa, eminencia? ¿Es que cree de verdad que es sólo una manía el empeño de tantos sicilianos, de tantos católicos en Italia, contra la serpiente?". Y el semanal acaba exhortando al arzobispo: "Eminencia, piénselo bien y vuelva a tronar de nuevo como lo hizo en el pasado".

En efecto, el arzobispo de Palermo se había convertido casi en un mito. En una Iglesia como la siciliana, comprometida con grupos de la Democracia Cristiana presuntamente vinculados a la Mafia, Pappalardo levantó su voz profética. "El país está lleno de asesinos. Por nuestras calles circulan demasiados viles ejecutores", gritó en el verano de 1979 ante el cuerpo sin vida del policía Boris Giuliano, asesinado por la Mafia.

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Y el 22 de noviembre de 1981, fiesta de Cristo Rey, frente a una nueva oleada de delitos, exclamó desde el púlpito: "En esta Palermo que se llama cristiana existe una relación inextricable entre delincuencia común y negocios ocultos".

Pero fue sobre todo en los funerales del general Carlo Alberto dalla Chiesa, gobernador de Palermo y destacado dirigente de la lucha contra la Mafia, cuando el cardenal Pappalardo se ganó su título de arzobispo anti Mafia. Ante las más altas autoridades civiles y militares del Estado, empezando por el entonces presidente de la República, Sandro Pertini, Pappalardo dijo aquella tarde de septiembre de 1982: "Mientras en Roma se piensa qué se puede hacer, Sagunto es asediada por los enemigos. Pobre Palermo nuestra. ¿Qué hacer para detenderla?".

Y así Pappalardo, a sus 67 años, hijo de un mariscal de carabineros, se convirtió en el fustigador número uno de la Mafia, nombrándola por vez primera con sus cinco letras, sin eufemismos. Eso le dio una gran fama, Hasta empezó a considerársele papable, o, cuando menos, posible presidente de la Conferencia Episcopal italiana.

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La Mafia prometió vengarse. Cuando, en la Pascua de 1983, Pappalardo fue a decir misa a la cárcel de Ucciardone, en Palermo, donde están también todos los presos mafiosos, la Mafia consiguió que ni uno solo de los presos asistiera al acto religioso. El cardenal celebró solo, con su secretario.

Todo cambia

Fue desde aquel momento, que coincidió con la visita del papa Juan Pablo II a Palermo, cuando todo empezó a cambiar. Pappalardo se hizo prudente y borró la palabra Mafia de sus predicaciones y escritos. No ha vuelto a pronunciarla.Ahora, Pappalardo dice que mata más gente el aborto que la Mafia, que no es verdad que Palermo sea Sagunto y que la frase tan aplaudida del funeral de Dalla Chiesa había sido mal interpretada. "Me han llamado el cardenal anti Mafia", acaba de decir, pero no es correcto, porque un pastor no está nunca contra sus ovejas".

"Cierto, no quiero echarme atrás sobre el tema de la Mafia", dijo hace unos días a un grupo de periodistas, "pero tampoco quiero reducirlo a una obsesión". Las hipótesis de este cambio son dos: o miedo u obediencia a las consignas romanas.

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