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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Errores médicos

COINCIDEN AHORA algunas sentencias que señalan la responsabilidad de médicos que han tratado erróneamente a sus pacientes con consecuencias graves: la muerte o la amputación de un miembro sin necesidad. Cada caso tiene un perfil jurídico en cuanto a la definición del hecho y el abono de las indemnizaciones por el actor o por los responsables subsidiarios; las sentencias a que darán lugar las apelaciones sentarán una jurisprudencia importante. Lo que interesa ahora es el punto de vista global de la sociedad: no es frecuente en España este tipo de desenlace judicial del error médico, y crea un precedente interesante.En nuestro país la figura del médico ha sufrido una transfiguración en los últimos años. Ha pasado de la mitificación, con un,altar en cada casa para el médico de la familia, a la imagen del funcionario agrio y desinteresado que se parapeta detrás de su despacho del ambulatorio, atestado de gentes con o sin causa. Se suman las malas formas mutuas en la disputa por las incompatibilidades. El ojo clínico de la intuición y la sabiduría y del conocimiento personal del enfermo se ha sustituido por el aparato, por la tecnología. Sobre todo ello está el conocimiento de los ya antiguos desastres que están pasando sobre las facultades, y la presión del paro, que hace aceptar a cualquiera el desempeño de una especialidad que no ha preparado. No se puede decir que sea la profesión médica en sí, ni los médicos como individuos, responsables absolutos ni aun principales de este cambio de imagen. Es la desastrosa organización social, y en ella desde luego tienen culpa todos los sectores implicados. Pero una situación así aumenta la desConfianza del paciente hacia la capacidad de quienes le atienden. Ninguna carrera ni oficio está a salvo de las equivocaciones, pero hay razones suficientes para suponer que ahora hay más en la práctica de la medicina y al mismo tiempo que es preciso tomar toda clase de medidas para evitarlas y para su reparación material. Aunque ningún dinero es suficiente para hacerlo, de alguna forma hay que compensar por errores de tal gravedad.

Si ha cambiado la imagen del médico, ha cambiado infinitamente más la del paciente. Ha pasado del cuidado y la atención que requería una situación angustiada a la de una persona desatendida, despreciada, a la que se humilla en los centros de asistencia -no tantas veces por el médico como por el personal administrativo y auxiliar -, a la que siempre se encuentran más defectos administrativos -en los papeles- que físicos, con el ánimo de quitárselos de encima y disminuir la aglomeración. Las normas y las leyes le amparan en la teoría, y le olvidan en la práctica. La medicina social es hoy algo irrenunciable; su conversión en una manera deoprimir al enfermo es intolerable. Las causas son complejas, y Ios culpables, muchos. La solución requiere tiempo y paciencia, pero eso no significa apartar la cara frente a los problemas concretos. Por eso bien está que el poder judicial trate de reparar la situación y de ponerse al lado del enfermo mal tratado -en las dos acepciones de la frase. Para nada se trata de iniciar una especie de cacería del médico: antes bien es preciso devolver a su profesión la imagen de dignidad social y respeto que algunos líderes de ella perjudican de continuo por su ambición política o su pulsión corporativista. Tampoco se puede clamar por la imputación de delitos cuando en los quiráfanos se cometen errores sin dolo o imprudencia. Es preciso, por lo mismo, buscar sistemas que protejan e indemnicen al enfermo que padece esos errores y garanticen a un tiempo la seguridad del galeno en su función. Un sistema de seguro obligatorio que cubriera las responsabilidades médicas en el quirófano o en la consulta y garantizara la reparación debida a las víctimas de los errores puede y debe implantarse en un pais que pretende reformar su asistencia sanitaria.

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