11 martes

Rafael Alberti ha sido homenajeado por el Círculo de Lectores. Alberti es quizá el gran derrotado de la democracia (que, sin duda, esperaba mucho más de este invento), y eso precisamente es lo que le da un aura de santo andaluz de pueblo, entre Saura y Nuria Espert.

A Santiago Carrillo le ignoran en el Kremlin y no viene en la Nomenklatura. Ahora es cuando el olvido le consagra, como un círculo de silencio. Tip y Coll debutaron en el Scalal Meliá. El genial Tip me cuenta que, cuando los locutores barceloneses le interrogaron en catalán, respondió: "Llueve y yo tengo sed". Ah del viejo y salvador surrealismo. Gerardo Iglesias convocó al personal sobre/contra la cosa OTAN. José Manuel Lara ha concedido en el Ritz el premio "Espejo de España". Lara lleva medio siglo en Barcelona hablando andaluz cerrado, y nadie le ha dicho todavía nada. Todo es saber hacer las cosas. Jorgito Herralde me manda especialmente El loro de Flaubert, de Julián Barnes. Todos los loros (latinochés) hablan francés. Este novísimo texto vale por los dos tomos de Sartre sobre "el idiota de la familia". No se trata, en fin, de qué idioma se hable o escriba, sino de quién hable o escriba. Coll es un humorista, y el humor, como la poesía, es intraducible. Obligarle a Coll a hacer humor en catalán es como obligarle a Maragall a escribir de la vaca ciega en castellano. Coll, gran derrotado en Catalunya (García Serrano, en su último libro, escribe Katalunya), podrá explicarle a su amigo FG la elegancia del fracaso. Desde que ha fracasado en Barcelona, Coll me parece hasta más alto.

La elegancia y la grandeza de los vencidos. Es el tema de la semana. Mitterrand, un suponer, está adoptando ya por anticipado, y quizá sin motivo, el spleen de los derrotados. Así hay que gobernar. Uno no es exactamente un vencido, sino un griposo, y procura darle como una cierta elegancia hortera a la gripe. El ruso Dubinin se va con mala cara. Nunca me pareció este hombre, en su Embajada, y pese a su aire a lo Lermontov, un verdadero elegante. No sabe fracasar. Fernández Albor, en cambio, no es que no sepa perder, sino que no sabe ganar con elegancia. Se le nota la prisa. Fraga, un día anuncia a los delfines y al día siguiente se hace proclamar "líder indiscutible de la derecha". Los que antes iban todas las noches a Vanity, ahora lo llaman "Vómiti". Si es que todo cansa. Y que la gente no sabe perder. Ya la papeleta del referéndum es como la jaculatoria de un perdedor vergonzante. Cómo le explicaría uno a Felipe, tan ganador siempre y en todo, que lo más resplandeciente para él, en estos momentos, es perder. Lo conozco un poco y no le imagino tan satánico como para fingir que desea el triunfo. Lo malo, ay, es que lo desea de verdad. El otro día estuve en el estreno de Lola, otra mala película de Bigas Luna, con estética publicitaria. Es la historia de un hombre que no sabe perder (a Ángela Molina). El filme está entre el folletín y el spot. El referéndum está también entre el folletín y el spot publicitario, pero con peor estética que la de Bigas Luna (me refiero a la campaña gubernamental). Cómo explicarle al solitario de la Moncloa la repetida elegancia del fracaso, el prestigio de la derrota, que encima no sería tal. No quedan días.