"El halcón ha muerto; ahora le toca al otro"
"II falco é morto; ora tocca all'altro" ("El halcón ha muerto; ahora le toca al otro"). Son las palabras que salieron de los labios de Michele Greco, el actual capo de la comissione de Sicilia, después de que fuera asesinado Stefano Bontate el 23 de abril de 1981 y poco antes de que le ocurriera lo mismo a Salvatore Inzerillo. Ambos eran fieles padrinos de Gaetano Badalamenti, y sus asesinatos por el sector Liggio-Greco dieron lugar a la gran guerra entre los dos clanes dominantes en Sicilia.Badalamenti, líder del ala moderada de la Cosa Nostra y capo de la comissione alrededor de 1975, instauró posteriormente un triunvirato compuesto por él mismo, Bontate y Salvatore Riina; este último, vinculado a los Greco. El dominio de Sicilia por el clan Badalamenti provocó la ira y la violencia del clan de Corleone (Liggio) y Ciaculli (Greco), que consiguieron en 1978 formar una nueva comisión, presidida por Michele Greco, y expulsar de la misma a Badalamenti. En 1981, el sector Liggio-Greco inició su lucha por -el poder en Palermo con los asesinatos de Bontate e Inzerillo.
Mimo Teressi, el hombre que debía sustituir a Bontate e Inzerillo, convocó una reunión el 20 de mayo de 1981 con cuatro gregarios. Uno de ellos no acudió a la cita, y los corleonesi les ametrallaron en el lugar de la reunión para después echar sus cadáveres a los cerdos. El clan Liggio-Greco, caracterizado por su sanguinaria violencia, había iniciado el exterminio de los Badalamenti-Buscetta.
Por esas fechas tuvo lugar el entierro de Inzerillo, cuyo hijo comentó públicamente que iba a acabar personalmente con los asesinos de su padre. No sabía que había firmado su sentencia de muerte. Pino Greco, que había comentado sobre Inzerillo: "De este hombre no debe quedar ni el esperma", fue el encargado de asesinarle. Primeramente le secuestró y en una finca le recordó las palabras que había comentado. Le cortaron el brazo derecho, y Greco le dijo que con ese brazo ya no mataría a nadie, poco después de pegarle un tiro en la sien. A partir de ahí, la guerra se ha cobrado más de 1.000 muertos; 400 de ellos, de luppara bianca (desaparecidos).
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