Una opción de Reagan
EN EL mensaje del presidente Reagan sobre el estado de la Unión y en el proyecto de presupuestos para el año fiscal 1987 -que se iniciará en octubre próximo- remitido al Congreso han quedado definidas unas opciones fundamentales de la política de EE UU, llamadas a ejercer una influencia considerable en el desarrollo de la situación internacional. Las cámaras norteamericanas cumplen un papel, probablemente superior al de cualquier otro país del mundo, en orden al estudio y la revisión de las partidas presupuestarias; suelen introducir recortes o cambios de cierta consistencia. Pero lo que no pueden es transformar las opciones políticas de fondo, decididas por el presidente y su Gobierno.El primer rasgo que llama la atención es la reducción de los gastos sociales internos y la elevación de los militares. El presupuesto militar alcanza la suma de 320.000 millones de dólares, y el capítulo referente a la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) se coloca en el primerísimo lugar. Como escribe The Washington Post, "mientras pocos programas domésticos han evitado las reducciones, el proyecto del presidente no toca a los principales sistemas de armamentos y propone un aumento del 75% en las investigaciones para realizar una defensa antimisiles basada en el espacio".
Esa prioridad dada a los proyectos de guerra de las galaxias -por emplear la expresión más gráfica, aunque no corresponda a la terminología oficial- tendrá consecuencias inevitables en el lento y complejo proceso de mejoría de las relaciones internacionales que parece haberse abierto después del encuentro de Ginebra entre Reagan y Gorbachov. Éste ha colocado como prioridad de su política exterior el esfuerzo por lograr un acuerdo con EE UU que suspenda o limite los planes de "defensa espacial". Su discurso del 15 de enero contenía propuestas encaminadas a la reducción drástica de las armas nucleares, que recogían anteriores posiciones adelantadas por EE UU, y que obtuvieron una acogida inicial favorable en Washington. Gorbachov estaba muy interesado en presentarse ante el inminente congreso del PCUS con una esperanza fundada de avances en el terreno del desarme; sería para él un arma importante contra las resistencias a su política en el seno del Kremlin. Pero Reagan ha optado por una política sin concesiones en el tema espacial; en su último mensaje ni siquiera menciona las propuestas recientes de Gorbachov; considera que puede imponer, de una u otra manera, la superioridad estratégica de EE UU en el plano mundial.
La opción de Reagan en favor de la SDI significará un impulso gigantesco a determinados centros de investigación y empresas de punta; una fuerte absorción de materia gris, que con bastante probabilidad será importada de Europa, al menos en parte. Pero provocará un creciente disgusto entre numerosos científicos norteamericanos que niegan credibilidad al citado proyecto. El punto en el que existe hoy una distancia máxima entre los criterios de Washington y los de los Gobiernos de Europa occidental es el de la defensa espacial.
La nueva decisión de Reagan demuestra una vez más el concepto que tiene su Administración de las relaciones entre aliados. Formalmente, el presupuesto de Estados Unidos es un asunto interno; pero sería ridículo no reconocer que las decisiones de EE UU en materia de armamento y de estrategia son determinantes para lo que la OTAN pueda o no hacer. Nadie conoce en realidad en qué consistiría una OTAN con una estrategia norteamericana basada en la SDI; en todo caso, algo muy distinto de lo que la OTAN es hoy.
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