La sustancial música de cámara
El II Festival de Canarias continúa con el desfile de grandes solistas. Tras la impresionante actuación del violinista Kremer, la del dúo Meneses-Ortiz y la de la cantante Edda Moser han alcanzado calidades de excepción. Los géneros -de cámara, la misma sustancialidad de la música, asumidos de forma magistral, otorgan a los cielos de Las Palmas y de Santa Cruz de Tenerife un talante de rigor y una realidad de belleza superiores, para muchos, a los grandes despliegues orquestales.El violonchelista Antonio Meneses, de Recife, y la pianista Cristina Ortiz, de Bahía, prolongan la más brillante historia de la interpretativa brasileña. Uno y otra saltaron casi de golpe a la fama internacional después de conseguir los premios Chaikovski y Van Cliburn, repectivamente.
Si el instrumento de Meneses parece asumir la triple condición del violín, la viola y el violonchelo, lo que sugiere la flexibilidad del concertista, el piano de Cristina Ortiz, desde su sonido transparente, rubinsteiniano, y su toque neto, redondo, aireado, equilibra el dúo tan contrastante por naturaleza.
La primera de Mendelssohn se inclina hacia un costado muy querido por el compositor: el romanticismo de la moderación, esto es, elegancia, cuidado de la forma, lirismo comedido y extrema calidad de textura.
Otra historia: la sonata violinística de César Franck trasladada al violonchelo; otro combate también entre la moderación expresiva, la voluntad de reforma y el sentimiento cromático. Incluso en los pasajes más violinísticos Antonio Meneses supo convertir el violonchelo en una suerte de suma idealizada de todos los instrumentos de arco.
Dramática grandeza
Todo se aquietó y cobró dramática grandeza en la Sonata opus 40 de Shostakovich, una de las más latas consecuciones de un compositor triunfador en el sinfonismo pero que nos deja su mejor herencia en los genéros de cámara. La intensísima belleza del adagio bastaría para prestigiar e lnombre de un artista en la historia.Sin bajar el listón de exigencia musical, la grande y personalísima Edda Moser encarnó el mundo del lied romántico alemán en su ser más puro y radical -Schumann- y en sus diversas consecuencias y vecindades: Wagner, Brahms o Strauss. Posee la Moser una voz amplia, hermosa y de varia coloración, idónea para el repertorio operístico para su amplitud y potencia para el lied por la multiplicidad de sus registros vocales y expresivos, sobre todo si consideramos al lied no sólo como una forma íntima de confidenciar la poesía, sino también un género dramático con parecidas o iguales exigencias que la ópera.
Colaboró muy discretamente el pianista español Edelmiro Arnaltes y el éxito fue redondo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.