Las acciones terroristas buscan torpedear el proceso de paz en Oriente Próximo
Los atentados de Roma y Viena de ayer persiguen, cualesquiera que sean sus autores, un mismo objetivo. torpedear el incipiente proceso de paz en Oriente Próximo. Cada vez que las partes enfrentadas aúnan esfuerzos para poner en marcha una negociación árabe-israelí surgen secuestros como el del trasatlántico italiano Achille Lauro, en octubre, o los ametrallamientos, ayer, de pasajeros y policías en el embarque de la aerolínea israelí El Al en dos aeropuertos europeos, que salpican a Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y hasta ponen en entredicho sus deseos de paz.
Desde finales del otoño, varios indicios concordantes apuntan a la creación de un clima propicio para la apertura de conversaciones. En primer lugar, el Gobierno de Estados Unidos ha aceptado, por primera vez, que se celebre una conferencia internacional sobre Oriente Próximo en la que participaría la Unión Soviética, poniendo como condición previa que Moscú reanude relaciones con Israel. Esta condición podría cumplirse antes del próximo mes de febrero, según han revelado dirigentes judíos en Estados Unidos.También en este contexto se sitúa el espectacular acercamiento sirio-jordano, cuyos jefes de Estado debían entrevistarse hoy en Damasco por primera vez desde hace siete años. La cita fue suspendida a última hora de ayer, tras una conversación telefónica entre ambos jefes de Estado poco después del doble atentado antiisraelí. La reunión fue programada para el lunes próximo.
Gestión ante Asad
Fuentes diplomáticas estiman que Hussein aprovechará el encuentro para intentar acercar al presidente Hafez el Asad al proceso de paz, aún embrionario.Aunque ambos coinciden en la necesidad de convocar una conferencia internacional, el régimen baasista de Damasco difiere de la corte jordana -que concluyó en febrero con Arafat una ambiciosa fórmula de acción conjunta- sobre el punto de partida propuesto por Jordania para empezar la negociación -la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU-, así como sobre su principal objetivo a largo plazo: la creación de un Estado palestino independiente o confederación con el reino jordano de los territorios ocupados por Israel.
Yasir Arafat ha permanecido silencioso en su cuartel general de Túnez, pero es probable que, como ya ocurrió en el caso del desvío del Achille Lauro, cuando formule su vehemente condena de las acciones terroristas responsabilice también a Siria de haberlas instigado.
"El régimen del presidente Hafez el Asad no quiere la distensión", respondía recientemente Arafat a un periodista del diario italiano Corriere della Sera "e intenta impedir por todos los medios a su alcance que la OLP llegue a una solución diplomática". Para otorgar una mayor credibilidad a su declaración, aseguraba tener «muchas pruebas ( ... ) de que el secuestro [del Achille Lauro] fue una intriga organizada por los servicios secretos de Damasco con la colaboración de dos grupos disidentes palestinos allí afincados".
El régimen baasista ni siquiera se molestó en desmentirle; entre otros motivos, porque la única prueba de la que Yasir Arafat dispone es, según pudo saber este corresponsal de fuentes solventes, su interpretación de la conversación mantenida por radio y difundida por una emisora libanesa entre el puerto sirio de Tartour y el comando palestino atrincherado a bordo del trasatlántico italiano secuestrado.
Sospechas de complicidad
Abul Abbas, jefe del grupo palestino al que pertenecen los secuestradores, sigue formando parte del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina, a pesar de las sospechas de complicidad que recaen sobre su persona. Arafat no ha hecho, hasta el momento, el menor amago de excluirle o sancionarle, aunque, según ha dado a entender, le está sometiendo a una investigación exhaustiva, cuyas conclusiones se hacen esperar.No sólo la virulencia de sus anatemas contra los "comandos suicidas" de origen palestino, sino su grado de colaboración con las policías europeas y- las medidas tomadas para intentar castigarles permitirán determinar hasta qué punto la OLP está, como se comprometió recientemente Arafat en El Cairo, firmemente decidida a erradicar el terrorismo de sus filas y de la resistencia palestina, en general.
A pesar de sus contradicciones y de su timidez a la hora de criticar a sus aliados -e incluso a los rebeldes palestinos- Abu Amar, nombre de guerra del líder de la OLP, sigue siendo el más representativo de los dirigentes de la resistencia palestina. Su popularidad quedó, una vez más, puesta de relieve el pasado 19 de noviembre cuando 5.000 habitantes de los territorios ocupados por Israel de Cisjordania y Gaza, los únicos palestinos que no están sometidos a las presiones de ningún país árabe, enviaron a Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en Ginebra una petición reiterando su apoyo a Arafat y su organización.
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