Los británicos se rinden ante Vanessa Redgrave y la nombran actriz del año
La actriz británica Vanessa Redgrave, creadora de una personalísima interpretación del papel de Arkadina en la nueva producción de La gaviota, de Chejov, ha cosechado ahora en Londres el codiciado galardón de Actriz del Año precisamente por aquella interpretación. Añade así un premio más a la ya extensa colección que ha merecido a lo largo de su carrera, tanto en el teatro como en el cine.
A diferencia de las anteriores interpretaciones que hemos visto del personaje de Chejov, en las que otras actrices le daban a Arkadina una personalidad algo antipática, con un pavoneo y ostentación que alienaban a buena parte del auditorio, Vanessa Redgrave le aportó una concepción distinta -que a mi juicio hubiera encantado al propio Chejov- dándole a Arkadina, desde el principio, una personalidad simpática en la que combina, con gran habilidad, el humanitarismo y la seriedad básicos del personaje con una apariencia de ligereza, e incluso a veces de vulgaridad controlada que, milagrosamente, no desentona del concepto del dramaturgo, sino que le añaden una nueva dimensión.En el segundo acto, por ejemplo, Vanessa Redgrave sorprendió al auditorio por su originalidad puso de relieve el contraste entre Arkadina y la torpona Masha (la hija del administrador de su finca y 20 años más joven que ella) de una manera nunca vista anteriormente: lanzándose a una danza espontánea con tal gracia y desparpajo que arrancó una salva de aplausos. Con ello añadió una faceta más al personaje de Chejov que, por lo demás, siguió intacto.
Esta producción de La gaviota por Charles Sturridge, separó nítidamente las actitudes de la juventud de las de la edad madura. Fue interesante recordar que hace dos décadas, concretamente en 1964, Vanessa Redgrave interpretó el papel de Nina (la idealista hija del terrateniente, que sueña con las candilejas) en una producción de Tony Richardson de la misma obra. Entonces eclipsó por completo a Arkadina. Esta vez la que se vio eclipsada fue Nina... sencillamente porque Vanessa Redgrave tomó el otro papel. Nada ilustra mejor su magnetismo personal, lo mismo en su madurez que en su iuventud
Dinamismo
Alta, rubia, de Ojos azules, sigue hoy tan dinámica como siempre; y no sólo en la esfera del arte dramático, sino también como es sabido en sus extremas ideas políticas, las cuales le han granjeado repetidamente el antagonismo de muchos sectores de la Prensa, del público y de otros actores. Una excepción notable entre estos últimos es la de su gran amiga. norteamericana Jane Fonda (¿las recuerdan en aquella exquisita película titulada Julia?). Jane Fonda es la Vanessa Redgrave de Estados Unidos. 0 Vanessa Redgrave la Jane Fonda del Reino Unido; es igual.Las dos son egregias actrices, hijas de famosos padres, y las dos muy izquierdistas. Por lo que a Vanessa se refiere, viene dando su apoyo desde hace muchos años, clamorosamente, al Workers Revolutionary Party, un reducido sector de la extrema izquierda que propugna el derrocamiento del sistema capitalista. Dice, sin embargo, que quisiera hacerlo por medio de las urnas; pero que tendría que ser un Gobierno de los trabajadores, basado en comités de fábrica en vez de en el Parlamento. Al preguntarle si no cree que es injusto aprovecharse de su fama como actriz para difundir sus ideas políticas, que pueden además hacerla impopular entre mucha gente, contesta sencillamente: "No puede una hacer y decir lo que debe de hacer y de decir basándose en el qué dirán. Una lo hace y lo dice porque es lo que le sale del alma, puesto que es lo que verdaderamente conviene a muchos millones de personas".
Valentía
Hace pocos años, antes de su reciente retorno a las tablas, provocó un inmenso barullo político cuando financió y llevó a cabo la narración de la película Los palestinos, en la que apoyó la causa de la liberación de Palestina e incluía una entrevista con su dirigente, Yasir Arafat. Aquello ocasionó bastante polémica más tarde en Estados Unidos, cuando fue allí para recibir el oscar por su papel en la película Julia: la Liga de Defensa Judía puso piquetes ante el edificio y tanto ella como otras figuras notables tuvieron que entrar por una puerta trasera. A pesar de algunas amenazas de asesinato, defendió sus puntos de vista con gran energía. El propio director cinematográfico John Schiesinger, que es judío, la elogió por su gran valentía.No cabe duda que Vanessa Redgrave seguirá provocando el antagonismo o la admiración de mucha gente, según el caso, con su activa defensa de las causas izquierdistas, desde Cuba hasta Vietnam. Pero mientras siga apareciendo en el teatro (o en el cine si vuelve a él), jamás se podrá ver desertada por su público, que somos todos nosotros. El teatro lo lleva en su sangre. "Desde mi más tierna infancia", dice, "me influyó muchísimo mi padre (Michael Redgrave)". Habla de él con gran fervor, diciendo que siempre la ayudó mucho, lo mismo cuando, al principio, quería ser bailarina (tuvo que dejarlo al hacerse demasiado alta) como cuando decidió seguir la carrera de su padre, en la que estaba llamada a conseguir igual distinción. Él fue quien la enseñó a "no hacerse nunca subjetiva durante los ensayos" ni caer nunca en el desánimo. "Lo más importante que me enseñó fue no repetir un mismo prototipo cada tarde, ofreciendo una copia de lo que hiciera la tarde anterior; sino buscar la espontaneidad todas las veces, pero sin estropear lo conseguido ya".
¡Cómo la hubiera felicitado sir Michael Redgrave, fallecido hace poco tiempo, de haber podido verla en La gaviota y comprobar la precisión con que Vanessa absorbió sus enseñanzas!
Como dijo un famoso crítico hace unos años, tras ver una interpretación de Vanessa Redgrave en el papel de Rosalind (en la comedia de Shakespeare Como gustéis): "Esto no es una interpretación, sino una rebanada de la propia vida, palpitante en todos sus momentos".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.