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Crítica:FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tres maestros

Fue una sesión inolvidable, en la que José Menese, Chaquetón y Enrique de Melchor demostraron, si es que tenían algo que demostrar, que son hoy nombres indiscutibles de la primera fila del arte flamenco. Tres maestros rivalizando noblemente para ofrecernos lo mejor de su sabiduría jonda. La velada estuvo constantemente en línea de absoluta perfección, y en muchos, muchos momentos alcanzó las cumbres del genio.La guitarra de Enrique de Melchor, acompañando a los dos cantaores, tuvo una de esas noches esplendorosas en que es difícil que pueda obtenerse mayor riqueza de sonidos ni mayor entrañamiento jondo del instrumento de las seis cuerdas.

El público, que en todo momento estuvo volcado, consciente de que asistía a una memorable jornada flamenca, le ovacionó, igual que a sus compañeros. Se establecía así el clima para la celebración flamenca, el clima de la comunión entre artistas y destinatarios, ese misterioso flujo de unos a otros cargado de no sé qué poderosas fuerzas que cuando se producen dan a este arte una extraña plenitud.

Acto cultural flamenco

Cante: José Menese, Chaquetón. Toque: Enrique de Melchor. Sala de Arte del Montepío Comercial de Madrid. 7 de diciembre.

Chaquetón, siempre magistral en sus interpretaciones habituales de la malagueña del Mellizo, por alegrías y por bulerías, añadió otros palos no tan frecuentados por él, en los que mantuvo, sin embargo, el nivel de excelencia. Su cante por soleares fue ejemplar, con formas de Cádiz, de Alcalá, de Utrera, de Frijones; por tangos de Cádiz hizo cosas bellísimas, particularmente en los tonos bajos; un cante por fandango y media granaína de Cepero le sirve para dar fe a sí mismo de que también en esa gama de cantes tiene una indiscutible solvencia; incluso por siguiriyas demostró conocimientos y una gran fidelidad a los maestros.

Intensidad dramática

Menese fue de nuevo ese gran cantaor de momentos memorables en que su carrera es pródiga. Por tonás, por siguiriyas, alcanzó cumbres de una intensidad dramática difícil de soportar. Era impresionante verle allí, con los brazos abiertos, rompiendo el grito, crucificado en unos cantes hermosos y grandes, terrible, como si en ellos le fuera la vida.Para terminar insistió en las tonás, secundándole Chaquetón, y los dos merecieron que el público se pusiera en pie para despedirlos con entusiasmo.

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