El duque de Alba glosa la poesia andaluza del Renacimiento
Jesús Aguirre leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de las Buenas Letras de Sevilla
El duque de Alba quiso conjurar ayer el lamentable espectáculo, del que ya se asombraba Lope de Vega, de "ver cómo se arañan y desgreñan las musas castellanas con las andaluzas". En su discurso de ingreso en la Real Academia de las Buenas Letras de Sevilla, Jesús Aguirre glosó las relaciones de la poesía andaluza de los siglos XVI y XVII con la castellana casa de Alba; pero su disertación no dejó de poner el acento en la libertad y la desenvoltura del Renacimiento, frente a los menos alegres tiempos del siglo siguiente.
El arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, fue aún más atrás, al abrir el acto con un rezo evocador de san Isidoro de Sevilla, gran patriarca de la intelectualidad andaluza premedieval.El duque de Alba agradeció la "misericordia" de los académicos sevillanos al acoger a un originario de Santander -"una ciudad norteña que del Sur sólo al viento presta oídos"- que en Sevilla alcanzó el reposo en su peregrinación por España y Europa, según sus propias palabras. La raigambre andaluza de la casa de Alba y su relación con las letras y las artes de Sevilla han deparado a Jesús Aguirrematerial sobrado para el estudio presentado en la academia, que comenzó por la evocación de la escuela sevillana del Siglo de Oro y del abigarramiento de la Sevilla del Renacimiento, algo que para el conferenciante le vino a la ciudad de su abertura al mar.
Jesús Aguirre entró en matería contando la historia de Álvaro Colón de Portugal, duque de Gelves -uno de los títulos que suma la casa de Alba-, bisnieto del descubridor y también pariente de los reyes de Portugal. El duque de Gelves, poeta de cuya obra hay vagas referencias, hubo de hipotecar en Valladolid parte de sus bienes, cuando venía de acompañar al futuro Felipe Il de un viaje diplomático, para hacer frente a las muchas deudas contraídas a fuerza de dispendios y fiestas en los palacios de Europa. El conferenciante ofreció esta letrilla inédita de Gelves: "Tus ojos, çagala mía, / la tristeza y muerte son,/ y en medio de mi pasión, / claro sol y nuevo día".
El duque de Alba habló también de Garcilaso, quien dedicó "unos pocos versos directos, rayanos en lo plebeyo", a cantar la boda del gran duque de Alba, don Fernando, con su prima doña María. Había entonces, a juicio de Jesús Aguirre, una ligazón de los escritores a las grandes casas basada en "una fidelidad libérrima". No pasaría igual en el siglo XVII, cuando el conde-duque de Olivares acumula dedicatorias "que no apuntan a más referencias que a las del poder mondo y lirondo".
Las autoridades y lo mejor de la aristocracia sevillanas escucharon sin pestañear y aplaudieron el discurso "difícil y posmoderno" del nuevo académico, como lo definió el encargado de contestarlo, Rafael Manzano, conservador de los Reales Alcázares, que elogió la condición de "intelectual puro donde los haya" de Jesús Aguirre, y recordó su labor en defensa de las libertades y de la cultura.
Babelia
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