La creciente militarización de El Salvador dificulta una salida pacífica al conflicto
ENVIADO ESPECIALDiferentes fuerzas sociales, expresión del cansancio del pueblo salvadoreño por la guerra, exigen la reanudación del diálogo entre el Gobierno y la guerrilla, cuando se ha cumplido el primer aniversario de los encuentros de La Palma y Ayagualo, que no trajeron un resultado positivo. La creciente militarización del país hace cada vez más difícil una reflexión política para una solución del conflicto.
Tras el secuestro de su hija, el presidente salvadoreño, José Napoleón Duarte, ha sufrido en su prestigio ante el Ejército, mientras que la dirección política del Frente Democrático Revolucionario (FDR) ha quedado relegada ante el papel predominante de la oposición armada del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).La crisis desencadenada por el secuestro, en septiembre pasado, de Inés Guadalupe, hija de Duarte, que tuvo casi paralizada la actividad del Gobierno durante mes y medio, y la resolución del caso, con el canje de presos y heridos de la guerrilla, han dañado al presidente salvadoreño. Sectores de las fuerzas armadas no ocultan su disconformidad ante lo que consideran una cobardía del presidente, a quien acusan de haber antepuesto sus sentimientos personales a. la seguridad nacional.
Los militares se resisten a aceptar que los presos liberados con el canje de la hija de Duarte se hayan sumado inmediatamente a la guerrilla, pero sobre todo les molestó la salida al extranjero de los guerrilleros heridos. Desde un punto de vista militar, los heridos representaban un lastre para la movilidad de los guerrilleros en el territorio salvadoreño. Al mismo tiempo, los militares se rebelan contra la idea de que ahora sean tratados en hospitales del extranjero, mientras que los soldados salvadoreños tienen que conformarse con los recursos del propio país.
Sin embargo, Duarte es una figura esencial en el esquema que Estados Unidos ha trazado para El Salvador, porque significa la fachada democrática del país, que legitima la lucha "por la defensa de la democracia", frente a la "subversión comunista". Esto es lo que probablemente ha salvado a Duarte, el hecho de que en las circunstancias actuales la estrategia norteamericana para Centroamérica de democratización, al menos formal, quedaría rota si se impone un Gobierno por un golpe de Estado.
Nueva estrategia militar
Los oficiales salvadoreños en el Alto Estado Mayor en San Salvador manejan hoy otro lenguaje, resultado de la nueva estrategia contrainsurgente.El portavoz de la fuerza armada, teniente coronel Carlos Avilés, declaró al enviado especial de este periódico que "un golpe de Estado significa entregar el país a la, guerrilla en bandeja de plata, y eso sería pecado, un craso error histórico". El oficial reconoce que "sectores de derecha quisieran empujar a las fuerzas armadas a actitudes poco-profesionales", aprovechando las emociones despertadas con el secuestro de la hija de Duarte y su reacción negativa entre sectores militares. Estos cantos de sirena no parecen haber sido escuchados, al menos por el momento. Avilés explica que la nueva estrategia militar en la lucha antiguerrillera se basa en una política de ofensiva permanente.
Al mismo tiempo, se ha descentralizado la conducción de la guerra. Ahora los comandantes de las zonas militares tienen una mayor autonomía y el Ejército cuenta con más movilidad terrestre y aérea. Una parte importante de la estrategia militar es conseguir el apoyo de la población. En este punto, el teniente coronel hace hincapié en el papel del respeto a los derechos humanos, que han pasado a convertir,se en un elemento de la táctica militar. Según explica Avilés, antes los guerrilleros preferían, morir luchando a entregarse y sufrir una muerte bajo torturas. Ahora se entregan y se presentan en los cuarteles, par a reincorporarse a la sociedad".
Esta visión optimista del oficial no es compartida por sectores de oposición en El Salvador, que sostienen que el aparato represivo y los viejos escuadrones de la muerte permanecen intactos y sólo en espera de ser utilizados de nuevo en caso necesario. Se reconoce, sin embargo, que, cuantitativámente al menos, ha habido un cambio en el volumen de la represión. Esta actitud de las fuerzas armadas se puede constatar en las zonas de enfrentamientos con la guerrilla, donde diferentes sacerdotes manifestaron a este periódico que Se ha notado el cambio.
El FMLN mantiene la necesidad de continuar con el sabotaje como una estrategia fundamental para cortar el desarrollo económico y obligar al Gobierno a negociar. Esto y las acciones contra los medios de transporte, puentes e instalaciones de energía eléctrica, dañan a la población civil de las zonas afectadas y quita simpatía a la guerrilla. El FMLN podría estar dispuesto a negociar el cese de los sabotajes a cambio de que paren los bombardeos de la aviación sobre las zonas de la guerrilla.
La posibilidad del diálogo nacional, iniciado hace un año, está ahora dificultada por el predominio de los planteamientos militaristas. Ante estas dos posiciones enfrentadas crece en El Salvador la idea de que una especie de tercera fuerza, la sociedad civil organizada en movimientos obreros y campesinos, sectores intelectuales y universitarios y la Iglesia, podría exigir y tratar de imponer una negociación entre el Gobierno y la oposición armada.
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