_
_
_
_
Tribuna:EL CAMINO DE LA CONSTITUCIÓN
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Un campo de libertad?

El 6 de diciembre de 1978 acudí a votar por segunda vez, dentro del proceso democrático que se había iniciado en España a partir de la muerte de Franco.Voté, sabiendo que, si bien era necesario un marco constitucional que permitiera desarrollar el proceso democrático tímidamente iniciado, ese marco nacía con limitaciones.

Hoy, 6 de diciembre de 1985, siete años después de aquel referéndum, con sucesivos Gobiernos de UCD y PSOE, los ciudadanos de este país, hombres y mujeres que participamos en ese proceso, nos preguntamos si la aprobación mayoritaria de aquel texto fue el marco mínimo de libertades reconocidas, y si su desarrollo posterior amplió y garantizó el ejercicio cotidiano de los mismos. Creo también que es un sentir colectivo, que la aprobación de la Constitución significó el fin de una etapa de opresión, y que todos nos sentimos dispuestos a encauzar nuestra convivencia en un marco diferente.

Más información
Siete años de consenso
La figura del Rey
La forma del Estado

Y en estos años, en los que ineludiblemente se ha pasado por momentos de tensión democrática, ese marco se ha convertido en un aire respirado por todos, pero cuya pureza está aún lejos de ser realidad. El desarrollo posterior ha producido en algunos casos la sensación de que se nos robaba parte del aire de libertad que encontraron en la aprobación del texto constitucional.

La garantía y protección que esos derechos constitucionales deberían merecer a los poderes públicos y al conjunto de la Administración del Estado, se vieron igualmente limitados ante la falta de un verdadero espíritu democrático en esa Administración, o al menos en una gran parte de ella, que les hiciera velar decididamente por su ejercicio y defensa. Y precisamente por ello, la reforma de esa Administración anquilosada, burocratizada y, en cierto modo, inútil, se hacía tan evidente y necesaria como profunda y enérgica, y lo único que hemos visto en estos siete años son tímidos proyectos que demoran y soslayan la reforma y mantienen intocables las instituciones.

Podemos preguntarnos qué hemos encontrado y qué no hemos encontrado los españoles, tanto en nuestro texto constitucional como en el desarrollo legislativo posterior, para avanzar en la formación de un Estado democrático y progresista.

Pros y contras

Hemos encontrado en la Constitución, la garantía del derecho a la vida, a la integridad física y a no ser sometidos a tortura. Hemos encontrado en estos años demasiadas muertes "por accidente" ocasionadas por las fuerzas de orden público, y por ciudadanos inculcados en un falso espíritu de tomarse la justicia por su mano, y casos de malos tratos que difícilmente se compaginan con dicha garantía.

Hemos encontrado la abolición de la pena de muerte, excepcionalmente mantenida en leyes militares. No hemos encontrado que se haya mantenido un espíritu contrario a la pena de muerte, y en el desarrollo legislativo de esa posibilidad se ha mantenido una permisividad y amplitud que choca frontalmente con el espíritu constitucional.

Hemos encontrado la igualdad ante la ley de forma programática, sin discriminación de sexo, religión, opinión, etcétera. No hemos encontrado la igualdad de acudir ante la ley mediante el ejercicio de la justicia gratuita, ni hemos encontrado la igualdad de defenderse cuando no se tiene la misma posibilidad de independencia, como ocurre, entre otros casos, a la mayoría de las mujeres.

Hemos encontrado el derecho a la libertad y a la seguridad, y el derecho a no ser privados de ellas. No hemos encontrado la concreción e esos derechos sino, por el contrario, leyes que si bien se les quiere dar un carácter restrictivo, son una auténtica restricción de los mismos (ley Antiterrorista, etcétera).

Hemos encontrado el derecho a expresar y difundir libremente el pensamiento, ideas y opiniones. Nos hemos encontrado demasiadas veces con procesos a periodistas y a particulares por no permitirse la crítica abierta a determinadas instituciones.

Hemos encontrado la posibilidad de participar en la vida política a través de los partidos políticos que conformen la voluntad de los ciudadanos, en la diversidad y en la pluralidad de las distintas opciones políticas. No hemos encontrado el desarrollo electoral posterior que permita esa opción plural, cada vez más determinada por la exclusión de todas las que no sean mayoritarias, lo que empobrece el panorama político general.

Hemos encontrado el derecho a la educación, como pleno desarrollo de la personalidad humana. No hemos notado ni un cambio de textos, ni un reciclaje obligado a todos los encargados de darla, para conseguir una auténtica coeducación no sexista que permita la formación igualitaria de todos los que la reciben, con independencia de su sexo.

Hemos encontrado el reconocimiento del derecho y del deber del trabajo, y a una remuneración suficiente para satisfacer a sus necesidades, sin discriminación del sexo. No hemos encontrado una política de defensa de los puestos de trabajo, y sí de destrucción de muchos de ellos.

Hemos encontrado el reconocimiento constitucional de velar por la seguridad e higiene en el trabajo. No hemos encontrado la exigencia de esa seguridad a las empresas y vemos con dolor el aumento de la siniestralidad laboral.

Hemos encontrado la obligación del Estado de garantizar la suficiencia económica de la tercera edad. Hemos leído con estupor los recortes de esas pensiones en leyes restrictivas de esos derechos.

No hemos encontrado en la Constitución el derecho a poder elegir los hijos que deseemos tener, ni a la interrupción voluntaria del embarazo. Encontramos cada día a mujeres sometidas a todo tipo de control de su libre decisión de interrumpir su embarazo, limitado por la ley y por la militancia ideológica hipócrita de quienes deben respetar y hacer posible esa decisión.

Encontramos en la Constitución la necesaria protección a la juventud y los niños. Miles de jóvenes no encuentran su primer empleo y carecen de defensas ideológicas y culturales para poder combatir las continuas provocaciones que reciben para marginarse de la sociedad. Cientos de niños son maltratados, explotados, abandonados, sin encontrar un sistema humanizado de protección a los mismos.

Encontramos en la Constitución la protección de los derechos y libertades de los extranjeros. Vemos cómo se expulsa a colectivos que merecían nuestra solidaridad, y se hacen leyes restrictivas sobre extranjería que suponen la ignorancia de esos derechos.

Pretende el preámbulo de la Constitución colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas entre los pueblos. Se nos compromete en la pertenencia a un bloque militar.

En definitiva, la Constitución es un buen marco para la armonía, pero su desarrollo en uno u otro sentido determina el avanzar o retroceder en la construcción de una "sociedad democrática avanzada", como también establece su preámbulo Creemos que es indispensable tener una vigilancia diaria que impida retrocesos irrecuperables en un Estado democrático. Parte de esa vigilancia es reflexionar críticamente sobre el desarrollo de estos años de vigencia constitucional.

Cristina Almeida es abogada.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_