El 'motín' de Francfort
"Nada relacionado con Ruiz-Mateos es sencillo. Hasta un simple vuelo continental se convierte en aventura", suspiraba el ahogado norteamericano Arthur Teele a bordo del vuelo 517 de Iberia que, con más de tres horas de retraso sobre el horario previsto, sobrevolaba los Pirineos en la madrugada del pasado domingo. Pasadas las dos de la madrugada llegaba a Madrid el avión que debía haber tomado tierra a las 22.55 del día anterior y que, según todas las informaciones, traería a España al ilustre prófugo. Para entonces, el empresario jerezano estaba ya en la cárcel de Alcalá-Meco, después de haber pasado por la Audiencia Nacional.
Atrás quedaba un día en el que los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente. Primero fue la detención espectacular en plena calle ante un hotel de lujo. Después el absoluto aislamiento de Ruiz-Mateos en la comisaria del aeropuerto de Francfort. Un motín de los periodistas que insistían en volver al aeropuerto, al comprobar que el empresario no iba en ese vuelo, obligó al comandante a parar motores y llamar a la policía. Cuando el conflicto parecía zanjado, el avión tuvo que ser desalojado al recibir mientras tanto una amenaza de bomba.El sábado prometía ser un día sosegado para Ruiz-Mateos, sus abogados y los periodistas dedicados a su caso. Tras una semana de rumores y falsas alarmas todos consideraban probable que la decisión de ejecutar la orden de extradición se tomara el próximo miércoles.
La detención
Ruiz-Mateos desayunó con el abogado norteamericano Arthur Teele, llegado el día anterior, y pasó toda la mañana discutiendo con él los planes para su defensa en España. A las once había hablado con el corresponsal de EL PAIS, al que aseguró que estaba tranquilo y que no, tenía constancia de novedad alguna. Quedaron citados a las cinco de la tarde en el restaurante del hotel Holiday Inn, cercano a la vivienda del empresario, en el numero 15 de la calle Schweinfurter.
A las 14.30, Ruiz-Mateos y su abogado se dirigieron a pie al mencionado hotel para almorzar, siendo ya seguidos por un coche camuflado de la policía con dos agentes vestidos de paisano que habían acudido a la vivienda pocos instantes después de que la hubieran abandonado el industrial y el letrado.
Ante el hotel Holiday Inn fueron interceptados por siete policías uniformados.
Los dos policías de paisano cachearon a Ruiz-Mateos y le comunicaron la orden de detención y su reclusión en una celda en la comisaria 19 de Francfort, en las instalaciones del aeropuerto. La orden de detención, firmada con fecha de ese mismo día por los tres jueces de la Audiencia Territorial, señalaba como causa una posible huída, que se volvía a dar desde que el Gobierno federal alemán decidió la extradición del fundador del holding de la abeja.
Un regalo 'peligroso'
En la comisaría, el abogado Wágener pudo entrevistarse un momento con su cliente, quien pasó toda la tarde en una celda utilizada normalmente para la reclusión de inmigrantes ilegales a la espera de su expulsión. Poco antes. de partir el vuelo regular Ruiz-Mateos pudo recibir una breve visita de su hija Paloma. La policía impidió que ésta entregase a su padre un pasacorbatas con la abeja de Rumasa, por considerar que se trataba de un objeto punzante y peligroso.
Ante la inminencia del vuelo Francfort-Madrid, que ya partía con retraso, los familiares, el abogado Teele y los periodistas se dirigieron hacia la sala de acceso al avión, siempre a la espera de ver llegar a Ruiz-Mateos con los policías españoles que habían llegado a Francfort.
Dos policías, al parecer españoles, habían entrado en la comisaría a media tarde, mucho antes de que llegara el vuelo de Iberia procedente de Madrid. Con ello cobraba fuerza el rumor de que Ruiz-Mateos iba a ser llevado directamente al aeropuerto militar de Getafe (Madrid) en un vuelo especial.
Una vez en el avión se produjeron varios tumultos, cuando los fotógrafos corrían por el pasillo de la aeronave hacia las dos puertas de acceso, delantera y trasera, ante falsas noticias de que el empresario iba a ser introducido al aparato. Sin embargo, el comandante ordenó el cierre de las puertas y el avión se puso en movimiento en dirección a la pista de despegue. Con la certeza de que Ruiz-Mateos no iba a volar a Madrid en ese avión, los periodistas se negaron a.obedecer las órdenes de sentarse que el comandante daba por los altavoces.
Los periodistas, al igual que Paloma Ruiz-Mateos y el abogado Teele, insistían en que el viaje carecía de sentido para ellos si no estaba presente el empresario jerezano.
Dado que no amainaba el tumulto organizado por los periodistas y los amigos de José María Ruiz-Mateos ante la cabina de mandos, el piloto anunció a la torre de control que se había producido un motín a bordo. Inmediatamente acudieron al aparato coches de la policía y del servicio de seguridad del aeropuerto.
Amenaza de bomba
El comandante señaló a aquellos periodistas que consideraba máximos responsables del disturbio y pidió a la policía que los condujera al aeropuerto, ya que se negaba a volar con ellos. Pero, tras una fuerte discusión, el comandante accedió a volar con todos. Entre los periodistas había cobrado fuerza la impresión de que el empresario ya estaba volando a Madrid, por lo que la permanencia en Francfort era inútil,
Cuando el avión ya se encontraba de nuevo avanzando hacia la pista de despegue, él comandante de la aeronave anunció que había una maleta en el avión que no pertenecía a ningún pasajero, por lo que había que desalojar el aparato y hacer un reconocimiento de equipaje. Poco después confirmaron que se había recibido una amenaza de bomba.
El avión, ya vacío, fue remolcado a una pista exterior donde fue rodeado por vehículos de bomberos y unidades especiales de la policía alemana. Tras un registro exhaustivo por parte de artificieros y un riguroso control de todos los pasajeros en las instalaciones del aeropuerto, éstos pudieron volver al avión e identificar su equipaje alineado en la pista. A las doce despegaba por fin rumbo a Madrid. En la parte posterior del avión, varias decenas de pasajeros, en gran parte alemanes o latinoamericanos que no sabían quién es José María Ruiz-Mateos, maldecían en silencio su elección de volar ese día.
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