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Crítica:'JAZZ'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más descarada que divina

Para la primera parte del gran acontecimiento, Sarah Vaughan en el Real, estaba programado el cuarteto Sphere, un lujo casi desmedido en una ciudad donde hace pocos años no había casi jazz que llevarse a la boca.Componen Sphere el pianista Kenny Barron, el contrabajo Buster Williams y quienes probablemente fueron los acompañantes más asiduos de Thelonious Monk, el saxo tenor Charlie Rouse y el batería Ben Riley. Rouse aprendió con Monk a improvisar con paso firme, a veces demasiado firme, y con frecuencia sin la red del piano, pues era famosa la afición de Monk a los silencios. Tenía Rouse entonces un sonido espeso muy bonito y característico; no puedo decir si lo conserva o no, porque el Real no es marco propicio para que, con música amplificada, tales menudencias se adviertan.

Sarah Vauiban

Sphere. VI Festival de Jazz de Madrid. Teatro Real, 7 de noviembre.

En cuanto a Kenny Barron, he de confesar que me he equivocado de medio a medio, pues creía que era un pianista calmado y sentencioso, cosa que hubiera estado muy bien en estos tiempos de pianos diligentes y propensos a la garrulería. Ha resultado que no, que todos los pianistas son iguales y todos van a lo mismo, a correr mucho y a llenarlo todo de corcheas, fusas y semifusas. Menos mal que nos queda Hank Jones.

Buster Williams se ha ido inclinando hacia el lado de los efectismos y las originalidades, lo que hace que sus solos carezcan aparentemente de construcción lógica. Cuando acompaña es un contrabajo de sonido poderoso, y ello hizo que llenase el Real de poderoso sonido de contrabajo. Las impresiones son siempre subjetivas, pero a uno le parecía que cuando Williams laemprendía con sus típicos glissandos alguien tiraba de la alfombra. Claro que la acústica del Real también tiene sus ventajas y, por ejemplo, la percusión se oye muy bien. Gracias a ello pudimos disfrutar de un impensado recital de Ben Riley, un batería preciso, musical y con gran sentido del matiz.

A solas con la diva

Tras el descanso, y según exige el rito, hubo dos números de preparación a cargo del trío de la diva. Resultaron chapucerillos y olvidables, y así vino a reconocerlo la propia diva, que de entrada se olvidó del trío y cantó Summertime ella sola. Hay quienes llaman a Sarah Vaughan la divina; otros, más familiares, prefieren llamarla Sassy, que quiere decir descarada. En el Real, Sarah estuvo más en lo segundo que en lo primero, haciendo bromas con todo y en especial con el calor inmisericorde que hay que soportar en sitio tan fino. Como no estaba mucho por la labor, se refugió a menudo, en las profundidades de sus prodigiosos graves, y dio bastante cancha a sus músicos. El pianista Frank Collet armonizó bien un My funny Valentine a solas con la diva; Bob Maize no desmintió su fama de bajista correcto, mientras que Harold Jones sigue en su línea de batería algo desmañado, y esta vez lo pareció más por ir tras Riley.Aun sin emplearse a fondo, Sarah supo demostrar quién es, y, para que no quedara duda, hasta lo dijo: "Por si alguien no me conoce, mi nombre es Ella Fitzgerald". Se ganó al público desde el primer momento; parecía que con ella las dificultades de sonido del Real o no existían o no importaban. La previsible apoteosis llegó con la primera propina, que fue la que tenía que ser, ese enorme monumento gospel en que Sarah convierte Send in the clowns, jugando a fondo, entonces sí, su papel de divina. Tal vez la pieza no merezca un tratamiento tan excesivo y tenga más encanto tal como es, una cancioncita para una voz pequeña; pero hay que reconocer que Sarah sabe preparar bien el clima para que su versión se acepte. Al final, Sarali cedió a la tentación del Bösendorfer y regaló una versión instrumental de Té para dos, en plan piano trío y como una balada, es decir, tal como es de verdad, y no como la tocan todos.

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